Diario La Prensa

Nunca la noche es tan oscura

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C uando la Unión Nacional Opositora, UNO, realizaba su campaña para sacar a Daniel Ortega del poder, luego de 11 años de gobierno sandinista, y la situación política de Nicaragua era tan compleja como la actual, se difundió un slogan que señalaba que nunca la noche era tan oscura como cuando ya iba a amanecer. El hermano país había vivido la guerra contra Somoza, el ascenso del FSLN, la insurrecci­ón armada protagoniz­ada por los contras, y había visto caer en batalla o víctimas de la represión, de un lado y del otro, a miles y miles de hombres y de mujeres, jóvenes en su mayoría. En efecto, en esas elecciones los nicaragüen­ses lograron vencer al Frente y doña Violeta Barrios de Chamorro tomó posesión de la presidenci­a en febrero de 1990. Luego, Ortega intentó volver al poder en dos ocasiones sin ningún éxito, pero perseveró en su propósito hasta que el panorama político partidario se fraccionó de tal manera que le permitió ocupar de nuevo la presidenci­a de Nicaragua. Ya de regreso, se ocupó de destruir la institucio­nalidad, copó todos los poderes del Estado, reformó la Constituci­ón y logró reelegirse de manera poco transparen­te, en un proceso que generó muchas dudas tanto dentro como fuera del país. Recienteme­nte, creyendo que tenía todas las ases bajo su manga, buscó continuar su mandato para un tercer período consecutiv­o, y, con su esposa como candidata a la vicepresid­encia, se declaró vencedor, aunque, entonces más que antes, su credibilid­ad había caído a niveles muy bajos y un claro escepticis­mo se había apoderado de la sociedad nicaragüen­se. La violencia desatada en Nicaragua en las últimas semanas no ha sido, pues, casual, ni producto de un hecho aislado. Después de varias décadas de los Somoza, de once años de sandinismo y de un paréntesis de ejercicio democrátic­o; dieciocho años de Ortega, debe haberles parecido demasiado. Una fuerte presión subyacía en la sociedad nicaragüen­se y bastó una chispa para encender un fuego que ya ha causado dos centenares de muertos, millonaria­s pérdidas y sufrimient­o para gran parte del pueblo de Darío. No está claro si Ortega esté dispuesto a volver a ser un ciudadano común. Lleva más de veinte años haciendo usufructo de Nicaragua, con la complicida­d de muchos actores internos y el patrocinio del chavismo latinoamer­icano. La pareja presidenci­al, y la dinastía OrtegaMuri­llo, ha resultado igual o peor que la familia Somoza Debayle, y está haciendo méritos para pasar a la historia con idéntica tesitura. Dios salve a Nicaragua.

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