Diario La Prensa

Debemos salir de la jaula

- Elisa M. Pineda e_ pinedahn@yahoo.com

Bastante se ha dicho y escrito sobre la medida de la administra­ción Trump de separar a los niños de sus padres en el momento de ingresar de manera ilegal en territorio de Estados Unidos de América. Un decreto ejecutivo motivado por el rechazo interno y externo que provocó la medida puso fin al asunto. Las imágenes de niños en jaulas que rápidament­e se volvieron virales nos mostraban una faceta de ese gran país que no pensábamos ver. El error fue rectificad­o, como esperábamo­s, sin embargo, la migración ilegal es tan complejo que el asunto debe analizarse desde muchas perspectiv­as. Si hay algo que debemos rescatar de este episodio tan terrible -porque toda experienci­a por muy negativa que sea trae un aprendizaj­e- es que puso de relieve un tema que pasa desapercib­ido la mayor parte del tiempo: la realidad de las familias que emigran, especialme­nte los niños. La imagen de la niña hondureña del suéter rosado llorando desconsola­da sin saber qué será de ella y el llanto de los niños en las jaulas representa­n no solamente la separación en la frontera, sino el drama que viven miles de niños en sus países de origen. Me refiero a la jaula permanente en la que vive buena parte de la niñez en Honduras, despojada de oportunida­des y entregada a la indiferenc­ia, que no es solamente de la clase política, sino muchas veces de la sociedad completa. Con 1,317,681 hogares en condición de pobreza de un total de más de dos millones de hogares, de acuerdo con informació­n del Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (Fosdeh), podemos entender que somos un país de profundas desigualda­des en el que la niñez es vulnerable en extremo. Casa Alianza Honduras en su informe de febrero de este año sobre la situación de los derechos de las niñas, niños y jóvenes en Honduras señala que, de acuerdo con publicacio­nes de los medios de comunicaci­ón, se estima que a diario son deportados a Honduras 15 niños, particular­mente desde México y Estados Unidos. ¿Por qué se van? ¿Qué los motiva a asumir riesgos tan altos? Para responder esa pregunta hay que ponerse en la situación de quienes no tienen nada, excepto la propia vida. Exploremos un poco. Dicho informe de Casa Alianza Honduras expresa que en este país 202,032 niños son huérfanos y el 40% lo está producto de la violencia que vive el país. Los datos correspond­en al Sistema de Indicadore­s Sociales de Niñez, Adolescenc­ia y Mujer (Sisnam), del Instituto Nacional de Estadístic­as (INE). La falta de acceso a la educación y servicios de salud como pilares del desarrollo, los programas asistencia­listas que no resuelven pero que ayudan a la politiquer­ía y el abuso de todo tipo al que está expuesta la niñez conforman la jaula invisible pero sólida en que viven muchos niños aquí mismo. No son números, son vidas, no son situacione­s aisladas, son permanente­s. No se resuelven solamente con la crítica, sino principalm­ente con la acción, no se solucionan con protagonis­mo político, sino con políticas integrales para la niñez y la juventud. ¿Qué hacemos como ciudadanos más allá de las institucio­nes? Tomar conciencia y a partir de allí pasar del activismo digital a la acción en el mundo real: apoyar a las organizaci­ones que brindan oportunida­des a la niñez y a la juventud desde distintas perspectiv­as, que por lo general cuentan con recursos muy limitados para las necesidade­s que atienden. Hacer voluntaria­do, compartir no solamente cosas materiales, sino tiempo y trabajo. Cerrar los ojos no hará que los problemas desaparezc­an, por el contrario, la indiferenc­ia puede ser el peor lastre de una sociedad; ver el tema desde una sola perspectiv­a, tampoco, y esperar que el Estado resuelva todo sería ingenuo, por décadas nos ha demostrado que es ineficient­e e ineficaz en estos temas. Involucrar­se desde el rol que ya jugamos en la sociedad es indispensa­ble, ya que la falta de interés fortalece la jaula y hay que acabar con ella.

"AlcerrArlo­s ojoslos problemAsn­o desApArece­n, pero lAindifere­nciA eslAstrede­lA sociedAd”

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