Leyes que atraen
Todas las mañanas, en cualquier lugar del planeta, a cualquier nivel, el Homo sapiens despierta y el primer pensamiento que viene a su mente es de preocupación. Y este pensamiento tiene su expresión en un sentimiento que es el temor. Antes de poner los pies en el piso ya empezó el día ansioso por problemas económicos, laborales, sentimentales o de otra índole. Desde ese momento ya trazó la dirección que tendrá su día. Su principal temor es no triunfar. No alcanzar el nivel y la calidad de vida que desea. Seguidamente que se levanta, enciende la radio o la televisión y busca su noticiero favorito. Y en ese momento empieza a alimentar sus demonios. Encuentra ahí un menú a cual más variado de desgracias, conflictos, dramas, violencia. Nada de positivismo. Desolación total para el alma que está deseosa de expresar magnificencia. Mucho se ha dicho que somos lo que pensamos. Existen una serie de leyes universales muy utilizadas por filósofos, pensadores y escritores que son una serie principios inmutables que explican el origen y el orden perfecto a todo lo que existe en el Universo. Una de ellas, y tal vez la más conocida, es la ley de atracción, que afirma que la vida de cada persona está determinada por la preponderancia de pensamientos que mantiene en su mente. Así, explica que tanto como desea o no desea una determinada cosa o situación, esta se manifestará en la realidad. Que se trata de escoger lo que se desea y enfocarse en ella. Y que igualmente si se enfoca en lo que no desea esta se manifestará. Que si vive pensando en sus carencias esto es lo que obtendrá porque eso es lo que continuamente está atrayendo. Tienen muchos detractores estas leyes, pero de cualquier forma son de un naturaleza benigna y en ningún momento incitan al conflicto. Requiere un ejercicio continuo mental para escoger los pensamientos positivos. Máxime en este tiempo donde las influencias externas le apuntan al drama y a la autocompasión. Pero algo debe hacer el humano para salir de esta corriente del lamento y la negación. No puede ser que todos los momentos de nuestras vidas vivamos preocupados pensando en nuestras carencias. Esa es una vida miserable. El gran problema en este proceso de vivir es que interpretamos que hay que disfrutar al máximo irresponsablemente. Y nos volvemos fríos y consumistas porque interpretamos que allí se encuentra la dicha. Y ansiamos más de todo. Y se vuelve un círculo vicioso porque continuamente vivimos pensando en lo que no tenemos para esforzarnos en adquirirlo. Vivimos continuamente añorando algo. Nos debatimos en la necesidad. Y entonces esa Ley nos da más de eso. Y la vida se vuelve vacía, amargada, por algo que no tenemos. Algunos seguidores de estas Leyes y líneas de pensamiento van más allá y concluyen que no solo lo que pensamos es lo que atraemos sino a lo que le ponemos mas emoción. Y ya que existen emociones buenas y malas, el reconocimiento consciente de lo que sentimos en cada situación o en cada momento nos puede dar una especie de guía emocional para escoger los pensamientos correctos que generen emociones que se sienten bien, y que debemos mantener en nuestra mente para atraer solo lo que deseamos. Bajo esta perspectiva, entonces, sería más lógico intentar conscientemente pensar de manera positiva, disfrutando esos momentos diarios de satisfacciones que no nos detenemos a saborear por estar absortos en lo que nos hace falta. Y sería mejor llenar nuestra mente de pensamientos de dicha, de agradecimiento con Dios, antes de poner los pies en el suelo en las mañanas. Y por qué no, si podemos definir y pedir el día que queremos vivir antes de levantarnos, para así dirigir nuestros pensamientos, estaremos trazando una ruta definida y siendo partícipes de la calidad de vida a la que aspiramos. Vale la pena el intento. Es cuestión de creencias y decisión.
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