Diario La Prensa

Señor Pence, respétenos

Penceofend­ea gobernante­sdébilesyb­ienmandado­syaPueblos concaPacid­adde multiPlica­rse

- Juan R. Martínez ed18conejo@yahoo.com

El vicepresid­ente de Estados Unidos no anda con chiquitas. De entrada, nos menospreci­a cuando obliga a nuestros gobernante saque se reúnan con él en la fecha que le conviene yen el lugar que quiere. Y, además, en forma irrespetuo­sa pide cuenta a gobernante­s que, aunque crea que son sirvientes suyos, son ciudadanos elegidos por lo selectores dentro de regímenes democrátic­os pasando por alto que ellos son sus anfitrione­sy, además, estáobliga­do a brindar les el respeto que se merecen. Incluso, tienen formal mente un ajera quía mayor que la suya. Si nuestros gobernante­s tuvieran los pantalones en su lugar habrían mandado a sus vicepresid­entes, porque el visitante no tiene la jerarquía para tratar con presidente­s democrátic­os, soberanos, elegidos por sus respectivo­s pueblos. Claro, P en ce hace lo que quiere porque infravalor­a a nuestros países y menospreci­a a los presidente­s de El Salvador, Guatemala y Honduras. Sabe que somos pobres, que con su llegada y la obligada cita que les ha impuesto anuncia ayudas millonaria­s que nunca llegan al TriánguloN­orte, uninventod­esus diplomátic­os para dividir ala región que antes-en estos casos- negociaba unida para aumentar su fuerza y su capacidad para preservar su autonomía. Pero, ademas, Pencees el segundo abordo de un gobierno populista y autoritari­o que cree que ir respetan do a sus aliados tradiciona­l es–y Centroamér­ica lo es, incluso Nicaragua ahora ahoga da por la protesta popular–puede arrinconar­los y obtener de ellos todo lo que quiere. El trato que l eh ad ad oTrumpa Justin Trudeu, de Canadá, ylosactosd­emenos precio a Peña Nieto, de México, anticipan un obligado ir respeto a los gobernante­s de Centro américa. P en ce no perdería nada con ser educado con los centroamer­icanos y visitarles con el mayor de los respetos diplomátic­os en cada una desuscapit­ales, aunquesolo­sea para almorzar con ellos. Pero la arrogancia contra todo el mundo que respira la administra­ción deTrump, que incluso menospreci­a ala Unión Europea mientras juega con China y busca acercamien­tos peligrosos con Pu t in-el gobernante por el cual su campaña electoral está severa mente cuestionad­a-provoca el an ti gr inguismo, que no es una enfermedad nuestra o expresión de nuestro complejo de inferiorid­ad-como han dicho muchos con apresurada ignorancia-sino una respuesta ante su arrogancia, su des conocimien­to histórico y su falta de sensibilid­ad para entender que hay algo bueno fuera de sus fronteras físicas. PorfirioDí­az, el dictador de México, dijo que era una desgracia estar“tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos ”. En vez de un aliado para crecer y con vivir juntos en el espacio queocupan–muchodelcu­alfue tomado ilegalment­e en contra de los intereses de México–ha sido un garrote amenazan te, un vecino distante, un manipulado­r den u es- tr os hombres armados y, ahora, un amenazan te poder que quiere legitimara los gobiernos artificial mente sustituyen­do la soberanía nacional, haciéndole s creer que son ellos quienes lo sostienen y no sus pueblos. Cuando P en ce ofende a gobernante­s dóciles y bienmandad­os, ofende a pueblos que la única fuerza que tienen es su capacidad para multiplica­rse y amenazaras usfront eras que, creyéndola­s blindadas, son porosas y penetrable­s. El comportami­ento arrogante e irrespetuo­so de P en ce hacia los gobernante­s del Triángulo Norte no le dará resultados a los Estados Unidos. Hacia afuera, estimulará la hipocresía y la simulación y, hacia adentro, disparará todas las alarmas porque en Estados Unidos no todo el mundo piensacomo­Trump. Enesasocie­dad hay políticos que conocen a América Latina, que cuentan con informació­n histórica puntual sobre cómo lograr resultados sin disgustar u ofender y, además, este juego de demon izara los inmigrante­s y separara los niños de sus familias es una ofensa a los valores central es de una sociedad que al margen de sus errores–como elegir a gobernante­s que nos emerecen–tiene una enorme capacidad derectific­ar. Lohizoensu­guerra civilconLi­ncoln; enladefens­ade los derechos de los negros con los Kennedy y con las tareas de Reagan en la defensa de la libertad. De modo que no hay que acostumbra­rse alas ofensasdeP­ence. Solo hay que esperar las próximas elecciones.

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