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Losniñosde Laguerra noserinden eneLMundia­L

Mandzukic, Modric, rakitic y Lovren tuvieron que huir de sus ciudades en eL confLicto de croacia

- Agencias EFE y AFP redaccion@laprensa.hn

MOSCÚ. Una vez zanja do el histórico triunfo frente a Inglaterra que colocó a Croacia por vez primera en la final de la Copa del Mundo, los futbolista­s balcánicos no supieron bien qué hacer: unos lloraban; otros se empujaban, y hubo quien se revolcó sobre el suelo y pidió la presencia de sus hijos. Mandzukic, el autor del gol definitivo en la prórroga, ya se había olvidado des ugolpeenl apierna y solo se preocupaba de taparse la cara para quena diereparar­a en sus lágrimas. Perisic, el hombre del partido, apretaba los puños y gritaba mirando a loshinchas. Rabiaantel­oqueél mismo definió como un sueño que llevaba 20 años esperando. Modric, el niño que jugaba con espiniller­as de madera, apenas podía respirar, caminaba agotado, hasta que todos se pusieron de acuerdo y, ya frente al gol norte del estadio Luzhniki, buscaron la fotografía. Dos banderas croatas y la afición, en realidad un país, detrás suyo.

Duros momentos. Todos los futbolista­s del combinado balcánico que jugaron contra Inglaterra vivieron de un modo u otro la Guerra de Croacia (19911995), donde el nacionalis­mo y el odio étnico se mezclaron en una lucha por la independen­cia frenteaSer­bia. Labrutalid­ad, el salvajismo y el asesinato masivo de civiles fue denominado­r común ante los delirios de los líderes de Croacia, Franjo Tudjman, quien alardeaba de su forma física y jugaba a fútbol, y Serbia, Slobodan Milosevic. Los grupos de paramilita­res llegados desde Serbia y nacidos en las gradas del Estrella Roja de Belgrado, como los Delije, comandados por el sanguinari­o Zeljko Raznatovic, conocido como el Tigre de Arkán. Mario Mandzukic se negó a dejar el campo, pese a que casi no podía correr después de una patada del portero inglés Pickford. Tenía una misión. Acabó marcando el que hasta ahora es el gol más importante de la historia croata. Luka Modric a los seis años se encontró con una huida que no entendía. Su padre Stipe, un técnico aeronáutic­o, era croata. Luchó en el frente durante cuatro años en favor de la independen­cia. Su madre, una costurera de nombre Radojka, era serbia. A su abuelo, también l lama doLu ka, lo mató un francotira­dor. El pequeño Modric dejó su casa de un pueblo llamado Modrici, a solo 10 minutos en carretera de Obrovac,cru el metáfora del conflicto balcánico. “Si tuviera que volver a escoger un país al que representa­r, por supuesto tomaría otra vez la misma decisión, me siento croata”. Es Ivan Rakitic, nacido yaenMöhlin, Suiza. Suspadres croatas -aunque su madre crecióenBo­snia-, huyeronaSu­iza justo antes del inicio de la Guerra de los Balcanes. Años después, comenzaron a recibir en su hogar cartas con amenazas de muerte. Dejan Lovren, sin saberlo, iba a dejar una vida atrás. Sus padres eran croatas, pero vivían en Zenica, ahora Bosnia-Herzegovin­a. Tenía tres años. Lo metieron en un coche y, junto con su madre y sus tíos, emprendió un viaje por carretera de 15 horas hasta Alemania, así lo explicó en el documental Mi vida como un refugiado.

La guerra de Croacia se desarrolló contra el Ejército Popular Yugoslavo, dominado por los serbios. En 1992, Croacia logró su independen­cia.

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REFUGIADOS. Modric vio cómo asesinaron a su abuelo y Mandzukic fue amenazado de muerte.

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