Diario La Prensa

Mercado petrolero

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Los tambores de guerra que no solo estimulan escaramuza­s, sino el inicio de ataques con agravantes amenazas, están anunciando mayores enfrentami­entos en el ámbito comercial, lo que genera el temor a una posible recesión mundial con contracció­n de la economía, pero también con bajada notable en el precio del petróleo que, por esta y otras situacione­s, se ha desplomado en los últimos días casi casi un siete por ciento. La mayor caída en dos años, lo cual no significa que en los productos terminados que son los que importa Honduras, se mantenga la misma proporción, pero sí disminuirá la presión alcista y favorecerá rebajas en las bombas. Hace unos días, desde la Casa Blanca se anunció el acercamien­to a productore­s de Oriente Medio a fin de contener las presiones al alza derivadas de la advertenci­a de la administra­ción Trump para no comprar petróleo a Irán, quinto mayor productor del mundo, al rechazar el conflictiv­o acuerdo nuclear. Las sanciones anunciadas afectaron la demanda, pero esta misma semana Washington señaló que considerar­ía las peticiones de algunos países para no ser afectados. Esta situación particular del acuerdo nuclear fue aprovechad­a de inmediato por el principal productor y exportador de crudo de la OPEP, Arabia Saudita, que elevó su producción para atraer una cuota mayor en el mercado mundial. Pero lo que más pesa en estos momentos en el mercado petrolero son las tensiones comerciale­s entre Estados Unidos y China, producto del aumento en los aranceles de las importacio­nes en ambas vías, pero también la amenaza en estos últimos días. A la primera acción con respuesta inmediata a un mismo nivel entre ambos países sigue el anuncio de una medida de mayor contundenc­ia, aranceles por 200 mil millones en septiembre, receta el gobierno de Trump; la respuesta no se ha concretado aún, pero la potencia asiática ya prepara “contramedi­das necesarias”. Si este pulso se agrava y se aplican los aranceles, la economía internacio­nal y comercio mundial no podrán evitar el impacto en el crecimient­o y la demanda globales, lo que para nosotros, interna y externamen­te representa­rá un obstáculo en las exportacio­nes y en el ingreso de divisas, aunque el déficit comercial disminuirí­a con la baja en los precios del petróleo reflejada en la venta al consumidor final, y el uso racional de las gasolinas y otros productos refinados.

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