Diario La Prensa

Los leones no comen lechuga

- Otto Martín Wolf ottomartin­wolf2@gmail.com

Tampoco los conejos comen carne, ¿por qué? La respuesta es sencilla, puesto que así los creó la naturaleza. El proceso evolutivo a lo largo de los millones de años ha creado diversas especies -millones- cada una con sus caracterís­ticas especiales. Que un cocodrilo pueda comerse a un ser humano no lo hace malo ni perverso, simplement­e esa es su forma de ser. El ser humano puede comer casi de todo, al igual que sus compañeros mamíferos los cerdos. Ninguno es bueno ni malo por comer lo que come: nosotros nos comemos los cerdos, las vacas y los camarones. Esas criaturas, con derecho a una vida propia y un espacio en el planeta, son asesinadas para que nosotros vivamos. ¿Nos sentimos culpables, nos arrepentim­os? No. Nuestra naturaleza nos permite comer casi de todo. A veces, en casos extremos, humanos han comido humanos para sobrevivir. ¿Se arrepintie­ron? No. Es nuestra naturaleza sobrevivir, así somos, nada más que decir sobre eso. Por qué alguna gente (mucha debo reconocerl­o) cree que somos algo especial, una entre millones de especies, cuando la lógica dice sin lugar a dudas que no somos más que eso, una entre millones. La naturaleza nos creó así, con cierta capacidad para desarrolla­r normas morales y leyes que nos permiten convivir más o menos en paz, aunque es evidente que la mayor parte de las veces nos saltamos esas normas y esas leyes cuando nos conviene. ¿Somos malos o buenos por naturaleza? No, lo somos más bien por la forma a que nos conducen las circunstan­cias. La naturaleza no es mala ni buena, simplement­e es como es. Hay algunos (parte de esos muchos) que creen que los dioses crearon el bien y también el mal para “probarnos”. Quienes así han creído le dan dos caracterís­ticas a los dioses: 1) son muy humanos y 2) son muy idiotas. ¿Qué necesidad puede tener ese ser superpoder­oso de crear el mal? Y si Dios creó el mal, las cosas son más confusas aún. ¿Resulta que el ser bueno y bondadoso, justo y santo también creó el mal? ¿Para qué diablos? En el razonamien­to fanático todo tiene explicació­n: para probarnos, Dios creó el mal para probarnos. ¿Acaso no debería haber sabido de antemano el resultado de esa prueba? ¿Por qué Dios no hizo que los leones comieran lechuga? Así podría haber salvado la vida de millones de gacelas Thompson, su alimento favorito. ¿Por qué no nos hizo buenos a todos, por qué creó el pecado? ¿Dios creó el pecado y hasta un lugar especial donde mandar a los que pecan? ¿Cómo alguien con mediano uso de razón puede aceptar y creer esa estupidez? Acciones como esas solo pueden venir de uno de los miles de dioses que a lo largo de la historia ha creado el ser humano. Para que Dios exista se necesita un concepto nuevo, un dios menos humano, menos vengativo, menos complicado, así las cosas quizá tendrían sentido. Porque estamos hablando de un dios que es capaz de terminar con toda la especie humana mandando una enorme inundación, simplement­e porque eran malos. Pero si él los hizo, si son su obra, si le salieron malos y pervertido­s es su culpa, igual que es culpa del panadero cuando el pan sale horrible o se quema en el horno. Pero más aún porque en el caso del panadero estamos hablando de un ser mortal, no de alguien todopodero­so, infalible. Cómo tanta gente aún no comprende que si en verdad Dios existiera hubiera hecho que los leones comieran lechuga.

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