Preocupaciones comunes
Estuve la semana pasada en la ciudad de Guatemala, invitado por una entidad sin fines de lucro dedicada a la formación de educadores y padres de familia, para participar, en calidad de expositor, en un taller sobre asesoramiento familiar en el que nos dedicamos, durante dos días, junto con otros expertos y un nutrido grupo de señores, a reflexionar sobre el rol que los papás estamos jugando en la actualidad dentro de la dinámica familiar. A lo largo de las exposiciones, de los estudios de casos, de los cine-foros y de los paneles en los que alterné con un especialista en matrimonio y familia, un exministro de educación de El Salvador y un destacado médico, también salvadoreño, fuimos cayendo en cuenta que la figura paterna enfrenta hoy una serie de desafíos que es urgente tomar en cuenta para un sano y equilibrado desarrollo psicoafectivo y social de los hijos. Se concluyó, en primer lugar, que los estilos educativos paterno y materno son, al mismo tiempo, distintos y complementarios. Los hijos necesitan ambas influencias en su proceso de crecimiento y maduración, porque los aportes que cada uno de los padres hace en la conformación de la personalidad de la prole la enriquece. Es evidente que tanto la ausencia del papá como las conductas autoritarias o machistas inciden negativamente en el clima del hogar y, por lo tanto, pueden generar comportamientos indeseados e, incluso, trastornos en su desarrollo. Se dijo, que las posturas extremadamente complacientes de algunos papás de hoy están privando a los hijos del reconocimiento de esos límites tan necesarios para aprender a convivir y de la habitual objetividad y franqueza que ha caracterizado a la figura paterna y que facilita el indispensable balance con la manera muchas veces menos enérgica que suelen manifestar las madres. En segundo lugar, se reflexionó sobre el papel que desempeñamos los padres en la educación de la afectividad y sexualidad de los hijos e hijas. Se señaló que la situación actual exige abordar este asunto con seriedad y sentido de urgencia. Se habló sobre cómo las perspectivas del padre y de la madre son importantes para ellos y para ellas. Sobre todo se hizo hincapié en que los hombres no podemos desentendernos de algo tan determinante en la formación de los niños. Finalmente se discutió sobre la “paternidad slow”. Un concepto que se está poniendo en boga y que propone un ejercicio cálido, cercano y sin prisas de la paternidad. Lo cierto es que la vida familiar requiere un trabajo mucho más intencional y deliberado, para que nuestros hijos crezcan con mayores posibilidades de alcanzar la madurez y, con ella, la tan ansiada felicidad a la que todos aspiramos.
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