Cadena perpetua
Pensión para todos, pero cotización también de todos. Me gustó lo que hace unos días señalaba el editorialista de LA PRENSA, pues los hondureños somos sensibleros y cuando vemos a un adulto mayor solo nos sale la compasión, una virtud muy cristiana, pero es preferible apelar a la justicia desde la base, desde niños, desde jóvenes, que no ver esos cuadros. Por desgracia, sobre todo en hombres, puede que haya muchos que al final de sus días no tengan dónde cobijarse ni una familia que les acoja, pero es que de jóvenes anduvieron de sitio en sitio irresponsablemente sin cuidar de sus hijos, abandonando a las mujeres y, ahora, ¡pobrecitos!, cada quien cosecha lo que siembra y cultiva. Ojalá que vayamos inculcando en nuestro hijo el futuro en el presente, es decir, que hoy ya veamos el mañana que llegará con la única variante de más años, gracias a Dios, menos fuerzas, más arrugas, y recelo o rechazo de la comunidad para poder trabajar. Si ya a los muchachos de 30 o 40 años se les hace difícil, nada digamos a los cincuenta o sesenta, que si no han logrado, como la hormiga, cosechar y almacenar en los años de trabajo no tendrán nada. Sería bueno que al tiempo en que se va creando el hábito del ahorro, el pago de la cuota en el Seguro Social o en otros institutos de previsión, aumentase la confianza en quienes manejan esos recursos, pues hay desconfianza en que dentro de 20 o 30 años, tras cotizar por deducción, lo de la jubilación no solo se haga difícil, sino imposible, ya que como en otras instituciones los balances se maquillan para evitar la huida o los desfalcos se ocultan para que no haya revuelos. Quienes roben el pan, las tortillas, de los cotizantes debieran ser condenados, sin posibilidad de apelaciones, a cadena perpetua, ya que no solo roban el esfuerzo de décadas, sino que arrebatan el futuro con algo de tranquilidad hasta el final de los días. Pena para ellos, aunque pongan cara de angelitos, a El Pozo a perpetuidad, sin apelación a la tercera edad.