Recursos externos y corrupción
En esto de la corrupción hay tanta tela que cortar que, generalmente, es la parte más débil la que sufre las consecuencias, sin que se deduzcan responsabilidades a todos los niveles, que son muchos, internos y externos, puesto que en el exterior se ha levantado bandera con la ayuda hacia los países; pero se olvidan de exigir rendimiento de cuentas de los recursos entregados. Algo así como “aquí tienen y vean lo que hacen ustedes, nosotros ya cumplimos, ahora les toca a ustedes”. Este ha sido el discurso de siempre, de manera que se han ido corrompiendo las élites de poder y de ahí para abajo, todo, pues aunque sea para los frescos, no digo redes de intermediarios, para cualquier proceso administrativo que se dispara con los contratos. Esto anterior me viene a la memoria al leer en los periódicos que una congresista estadounidense se jacta de que su propuesta ha sido aceptada por el Congreso. “Me complace informar que mi enmienda que requiere una lista de corruptos fue incluida en la versión final de la Ley de Defensa”. Bienvenida la medida, pues como aquello de las extradiciones ayudará en la lucha contra el crimen y la delincuencia organizada. En esta última se puede clasificar la corrupción, pues las tramas, los grupos y las organizaciones de toda laya hacen mucho mal, no solo a la macroeconomía, en la mira de los organismos internacionales de crédito, sino en la superviviencia de miles de familias, víctimas de corrupción rampante, cuya carta efectiva de presentación es la impunidad. Pero no solo nuestros funcionarios deben ser responsables, sino que quienes entregan los recursos debieran ser estrictos en la supervisión de su uso y en el redimiento de cuentas de los fondos entregados y supuestamente usados en aquellas necesidades para los que están destinados y no desviarlos para bien personal o de grupo. España ya hace algunos años entregó aeropuertos, no financiamientos; Japón, modelo, hace obras, el materno de San Pedro, no regala dinero.