Todavía sirviendo
No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Galatas 6,9. En un pequeño jardín justo a la altura de la ventana de nuestro comedor puede verse un rosal. Sus pimpollos son amarillos. Cuando la rosa se abre en todo su esplendor los pétalos se vuelven rosados. Finalmente el color de las rosas cambia nuevamente esta vez hacia un blanco puro, explica E. Blackman. A la vez que me asombro con esta maravilla de la naturaleza, puedo ver un paralelo con mi vida. Joven y lleno de vigor, dediqué toda mi energía hacia expresiones más ricas, pero más tenues. Ahora estoy en la última etapa de mi vida. Tengo cabello blanco y la energía se me escapa. Sin embargo, hasta el momento mismo en que mis pétalos caigan mi rosa entregará su fragancia y su belleza. Así como mi rosa regala su fragancia y belleza hasta que caigan sus pétalos, así también lo hace mi vida. A los 82 años de edad, mi fuerza física está limitada, pero Dios todavía puede usar mi vida para bendecir a otras personas a través de mis plegarias por quienes están seriamente enfermos, mis palabras de aliento, guía y apoyo, mis dones como artesano. Si, todavía hay muchas maneras en las que puedo bendecir a otras personas y servir a Dios. A veces, conforme avanzamos en edad, pensamos que ya pasó la oportunidad de hacer algo. Sin embargo, la historia nos ofrece infinidad de hombres y mujeres, que a pesar de sus años, comprenden la importancia de sus vidas cuando tienen que enfrentarse con las necesidades apremiantes de sus semejantes y Dios les infunde un sentido de renovación y propósito hacia la vida. Debemos recordar que no importa la edad, Dios puede usarnos para bendecir a otras personas. Solo tenemos que hallar un sentido en cada etapa de la vida.
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