La maldad que nos han ocultado

Hace poco alguien me envió un artículo que llevaba por título “La maldad de personajes históricos que nos han ocultado y no lo imaginábamos”. De las doce personas que aparecían, la que más me sorprendió de ver en la lista fue Teresa de Calcuta, a quien siempre me la he imaginado como una señora afable, servicial y entregada a su labor. En la introducción, el autor escribía que a lo largo del tiempo nos han mostrado una cara de la historia que siempre coincide con todos los libros sobre quiénes son buenos y quiénes malos. Pero lo cierto es que todos los seres humanos terminan por mostrar una cara no tan amable de su propia realidad. De hecho, muchos de los grandes íconos de la paz terminan por convertirse en auténticos demonios cuando salen a luz sus propios trapos sucios. Sin embargo, no fue eso lo que más me llamó la atención. En otro párrafo, el autor escribía esto: “Aunque hasta el propio Hitler tuvo su lado humano, mostrándose como un claro defensor de los animales, es encontrar el lado oscuro de los más “buenos de la historia” lo que verdaderamente se presenta como un reto”. Y yo pensé: “Pero, ¿para qué queremos encontrarles el lado oscuro?”. ¡Y hasta nos esforzamos en ello! ¿No sería mejor para nuestra salud mental quedarnos solo con lo bueno? ¿No es el ser humano tan desastroso que de cien cosas buenas solamente recuerda la una que se hizo mal, la equivocación? ¿Cuál es el objetivo de recordar y hasta resaltar únicamente lo malo? La Biblia dice esto del ser humano: “No hay un solo justo, ni siquiera uno” (Romanos 3:11). Por eso valen acá estas palabras que fueron escritas bajo el artículo: esto solo muestra que todos somos humanos y que erramos, que nadie se salva por sí solo. Pero que si nos volvemos a Dios, Él nos perdona sin importar lo que seamos. Esa es, pues, la esperanza, querido lector: que le busquemos.