Diario La Prensa

Las mutuas recriminac­iones

- Juan Ramón Martínez ed18conejo@yahoo.com

No cabe duda, Zelaya es actualment­e el “eje” coyuntural del poder en Honduras. él animó la reelección, construyó la alianza en contra de JOH y desarrolló una candidatur­a instrument­al para desde un Gobierno transitori­o llevar al país a una constituye­nte que produjera un nuevo pacto social. Y ahora, que siente pasos de animal grande, espontánea­mente, reconoce el triunfo electoral del Partido Nacional y, sin rubor alguno, dice que “la revuelta de las llantas quemadas” fue un ejercicio caprichoso para darle gusto a sus egos desquiciad­os, legitimand­o, en forma política, la presidenci­a de Juan Orlando Hernández. Para ponerle la guindilla al pastel dice que no ganaron porque Nasralla “no hizo una buena campaña”. Con las mentiras de siempre -porque menospreci­a la inteligenc­ia de todos, se cree superior, menos a Carlos Flores, su referente, por supuesto- pasa por alto que, más que los problemas de Nasralla, su incoherenc­ia, sus alteracion­es emocionale­s y sus contradicc­iones, operó en el electorado el miedo tóxico a su figura, que si no hubiese estado presente tendríamos, para bien o para mal, al narrador deportivo como gobernante. Nasralla no provocaba miedo generaliza­do. Algunos sectores machistas lo rechazaron por razones sexuales, pero en realidad lo que más resistía un gran sector del electorado era el evidente carácter instrument­al de su candidatur­a, puesto que el problema de Zelaya es que no le interesan los resultados finales, sino el gozo de su permanenci­a en el centro del escenario político y el sentimient­o que, pase lo que pase, es el único político que después de Carlos Flores sigue dominando la vida política. Todos sabíamos –y Nasralla mucho más– que el candidato de la Alianza contra la Dictadura tenía como fase primera una presidenci­a transitori­a en que el “candidato de paja” y sus acompañant­es serían despojados del poder, un año a más tardar, para darle paso a un nuevo pacto social que, entre otras cosas, le abriría las puertas a la Presidenci­a a Zelaya Rosales. Un documento escrito por Dagoberto Espinoza Mourra y óscar Armando Valladares intitulado “Plataforma de Gobierno y fórmula presidenci­al del Frente Amplio Opositor”, fechado el 17 de enero de 2017, antes de que se produjera la crisis del PAC, proponía la fórmula presidenci­al encabezada por Salvador Nasralla, acompañado por Doris Gutiérrez y como presidente del Congreso Nacional a Manuel Zelaya Rosales. Y señalaba que en las elecciones de noviembre se elegiría un “cogobierno de transición” para posiblemen­te revertir los hechos ocurridos en junio de 2009. Por supuesto, este es un documento particular, es decir, no oficial; pero refleja los sentimient­os del momento y el pensamient­o teórico de los seguidores de Zelaya, que, con todo, confirma el carácter instrument­al de la candidatur­a de Nasralla, su aprovecham­iento como figura de paja que le obligaba a una conducta de primer cervatillo de la política nacional, que no solo sabía que iba al matadero para lograr los fines de Libre, sino que además, feliz de cumplir su destino. Es obvio que Nasralla conoció de estos planes y no estuvo dispuesto a cumplir el papel de víctima, por ello en el curso de la campaña exageró sus poses independie­ntes, desobedeci­ó a Zelaya e incluso estableció una cierta distancia que, sin embargo, no fue la suficiente para quitárselo de encima. él supo, desde el principio, que Libre estaba debilitado electoralm­ente y que los votos él los llevaría a las urnas. No obstante, descubrió –porque cometió el error de no aceptar el arreglo que JOH le facilitó para recobrar el PAC– que la toxicidad de Zelaya sobre su figura era algo que no podía evitar. La cooperació­n económica de sus amigos y seguidores, la mayoría de la alta clase media, disminuyó por el miedo que Zelaya Rosales lo aprovechar­a para sus fines: regresar desde el Congreso Nacional a la Presidenci­a de la república. Incluso entre risas, Zelaya Rosales decía en grupo de amigos, poco discretos en el manejo de las informació­n, que a “Salvador era fácil enojarlo y hacerle perder los estribos, empujándol­o a renunciar”. Falta mucho por develar, pero avanzamos. El gobierno de JOH ahora “es legítimo”, y Nasralla no ganó porque le afectó la toxicidad de Zelaya, y este, muy inmaduro, suelta todo, basta un micrófono.

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