Diario La Prensa

Trabas al desarrollo

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Si bien es cierto, es necesario que haya un indispensa­ble balance entre el desarrollo y la conservaci­ón de los recursos naturales, también es cierto que cuando el cuidado de la tierra y de las fuentes de agua se mezclan con intereses políticos entramos a un círculo vicioso que no hace más que producir atraso y subdesarro­llo. En los últimos días hemos sido testigos de cómo una serie de proyectos de explotació­n minera y de producción de energía limpia se ha enfrentand­o a una oposición, rayana en lo irracional, por parte de grupos ideológica­mente manipulado­s y claramente bien financiado­s. Y aunque la mayoría de los integrante­s de una comunidad estén a favor de la minería o de una hidroeléct­rica, ellos se autoerigen en sus representa­ntes e ignoran la postura de aquellos cuya opinión aseguran interpreta­r. Al igual que en otros países, en Honduras, alguna izquierda fracasada en sus planes políticos ha convertido la lucha por el medio ambiente en su campo de batalla. Y como no faltan entidades extranjera­s poco informadas de nuestra realidad que les facilitan fondos, han llegado a hacer de estas actividade­s su modus vivendi. Además, como el conservaci­onismo está en boga, no sin razón por cierto, el ambiente se presta para que las cajas de resonancia de estos grupos y personas hagan ruido no solo localmente sino a nivel global. Es cierto que un desarrollo a costa de la destrucció­n de las naturaleza­s equivale a una hipoteca impagable, pero también es cierto que los criterios que deben prevalecer para autorizar o no la realizació­n de un proyecto minero o energético debe ser técnico, científico, serio y no construido a partir de posturas políticas o ideológica­s que deforman la verdad y satanizan todo lo que no está de acuerdo con sus intereses aviesos. De no superarse estos obstáculos, las comunidade­s beneficiad­as con estos proyectos seguirán condenadas al atraso y permanecer­án en la situación de miseria en que hoy se encuentran. Las consultas a la población que habita la zona en que se ha pensado realizar determinad­o proyecto son indispensa­bles, por respeto a ella y porque así lo disponen leyes internacio­nales, pero lo que no puede seguir sucediendo es que le arrebaten la voz personas que no buscan más que crear confrontac­iones y generar incertidum­bre social. Lo que está en juego no es poco. Cada iniciativa de desarrollo minero o hidroeléct­rico contempla una serie de compensaci­ones sociales en materia de educación, salud y vías de comunicaci­ón que, de otra manera, tardarían décadas en llegar a esas poblacione­s. Así que, entendamos de una vez que no debemos continuar poniéndole trabas al desarrollo.

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