Diario La Prensa

La vieja y la nueva política

- Víctor Meza vmeza@cedoh.org

Preguntado que fue en cierta ocasión Santiago Carril lo, el veterano secretario general del partido comunista español, sobre qué hacer con un partido moribundo y desfasado ideológica mente con respecto a los nuevos tiempos y demandas políticas, contestó con inusual franqueza y acritud: se hace lo que se debe hacer con los cadáveres, se les sepulta ose les embalsama, no hay más opciones. Yasí fue. El partido de los comunistas españoles poco apoco se fue diluyendo dentro de una alianza más amplia, la coalición llamada Izquier da Unida, hasta per der los rasgos básicos de su identidad y modificar su perfil ideológico para adaptarlo a los postulados del llamado euro comunismo. Una transforma­ción semejante siempre r es ulta traumática y revulsiva. Los antiguos ideales no acaban de esfumarse, mientras los nuevos no terminan de afianzarse. Es el vacío angustioso de la inevitable transición. Por supuesto, el caso de los partidos tradiciona­les en Honduras no es el mismo que debieron afrontar los comunistas de España. Aquí las condicione­s históricas son otras, como otra es la cultura política que las alimenta. Pero, una cosa es cierta, los partidos Nacional y Liberal están atravesand­o por una crisis de identidad política que estremece sus estructura­s orgánicas y plantea desafíos para los cuales sus líderes no tienen respuestas concretas y convincent­es. Veamos el caso específico del Partido Liberal. La renovación del liderazgo, un impulso tan vacilante como dudoso, no ha sido fácil. Gradualmen­te la crisis se ha ido profundiza­ndo y las discrepanc­ias políticas–más individual­es y minúsculas que doctrinari­as o ideológica­s– se van mezclando cada vez más con las riñas personales, marca das por temperamen­tos que oscilan entre el egocentris­mo desmedido y los caprichos infantiles. No hay doctrina en el fondo ni de bates reales entorno a principios y modelos filosófico­s. Con frecuencia, la polémica genera dada la impresión deque hay un divorcio real entre el partido como estructura y el liberalism­o como doctrina. Libera les con sangre de fraile, como suelen decir en el Viejo Continente. La derrota electoral del partido ro ji blanco, magnificad­a sin duda como un efecto colateral del vergonzoso fraude montado por los nacionalis­tas, ha provocado la ira del avieja cúpula partidaria y ha genera do corrientes de rechazo y repudio al liderazgo perdedor. En lugar de aprovechar la derrota para replantear­la plataforma política del partido, renovar sus ideales y acumular nuevas energías, los viejos dirigentes y el candidato derrotado se han enfrascado en una interminab­le pelea que, lejos de fortalecer al partido, lo fracciona y debilita. Pero, todo indica que es una pelea inevitable y, alomejor, hasta necesaria. El partido necesita abrir le espacio a los liderazgos emergentes que buscan erradicarl­as prácticas de la llamada “vieja política” y pro mover los valores de otra forma de hacer y practicar la “nueva política ”. En el transcurso de estos zipizapes personales, en donde parece prevalecer el engaño, la zancadilla bajo lames ay la des calificaci­ón mutua, ha quedado evidencia da esa práctica nociva que considera al Estado como un botín para el reparto entre ganadores y perdedores en los torneos electorale­s. Es la llamada visión patrimonia­l del Estado, que reduce las institucio­nes a simples piezas de intercambi­o entre las cúpulas partidaria­s, de formando su naturaleza y corrompien­do su esencia. Esa llamada “vieja política” es la que ha diseñado y puesto en marcha un Estado maltrecho y caótico, apropiado para permitirla corrupción y asegurar la impunidad de sus autores. Es el tipo de Estado que los viejos políticos prefieren, pro mueven y defienden. Esel Estado degradado que necesitan. A pesar del bullicio intrascend­ente que se desprende de los llamados debate sintra partidario­s, en el fondo, muy en el fondo, se esconden los verdaderos motivos de la crisis. Ahí, ocultos o disimulado­s se mueven los intereses encontrado­s, las tendencias que privilegia­n el status quo de la política tradiciona­l frente a aquellos que pugnan por un cambio, no importa cuán tímido y vacilante sea, para adecentar un tanto las cosas y devolver lea la política algo de la credibilid­ad perdida. Del des enlace de este enfrentami­ento dependerá en buena medida el futuro del partido. Ojalá que no tenga que escoger ante la terrible alternativ­a de ser sepultado o ser embalsamad­o.

“LIBERA LES NECESITAN ABRIR ESPACIO A LIDERAZGOS EMERGENTES PARA ELIMINAR VICIOS DE LA VIEJA POLÍTICA”

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