Nasralla y sus ataques a las FF AA
Nos ha sorprendido que, Nasralla, en forma políticamente innecesaria e inconveniente, ataque a las Fuerzas Armadas. Lo primero que se nos ocurre es que, desesperado, busca una forma de llamar la atención. Porque, en las ultimas dos semanas –como no había ocurrido antes– ha pasado a ser una figura de tercer nivel, opacado por la figuración de Luis Zelaya; el menosprecio por parte de Libre y la desbandada de quienes, en un momento de inercia emocional, lo imaginaron, primero, como el líder para derrotar a JOH. Y después, para sacarlo del poder. No logrando ningún resultado positivo, empieza a cargar sobre sus espaldas las primeras señales del inevitable fracaso de los políticos declinantes y poco exitosos. Al grado que, incluso, declaraciones sin sentido como las de Enrique Ortez Sequiera, de proclamarlo candidato de una posible alianza con algunos de los dispersos fragmentos del Partido Liberal, en vez de ayudarlo, provoca sonrisas. Y para hombres como Nasralla, el que no le hagan caso, que baje su popularidad, es posiblemente lo peor que le puede pasar, no solo por su profesión de hombre espectáculo, sino que, fundamentalmente por su ego desmesurado y sin control. Las Fuerzas Armadas es, en este momento, la institución más necesaria para la existencia de Honduras. Hacia lo interno, es el recurso último cuando los políticos no puedan ponerse de acuerdo y, como él dijera en un momento emocionalmente muy inestable, quieran destruir a Honduras. Y enloexterno, laposibilidad de mantener la paz con los vecinos y garantizar la soberanía nacional ante las pretensiones de algunas potencias regionales o extra continentales. Entiendo, en su tuiter que circula en la redes que, no habiendo nacido en Honduras y estudiado en el exterior, tiene pocos conocimientos de la historia nacional. Y que, en consecuencia conoce poco de lo que ocurrió durante la guerra de 1969. Para entonces, la organización militar no estaba dispuesta para una guerra internacional. Su preparación se orientaba a la lucha en contra del enemigo interno. Por lo que algunos batallones, estaban disgregados –especialmente el dirigido por Alvarado Dubón– en tres departamentos. En julio de 1969, occidente no estaba preparado para repeler el ataque salvadoreño. Pero si se ve en el teatro sur, el Primer Batallón de infantería lo estaba de tal forma, que no dejó pasar a los salvadoreños del kilómetro 10 de la carretera Panamericana. Las acciones memorables de la Fuerza Aérea bajo la dirección de Enrique Soto Cano, redujeron el poder de fuego a El Salvador por la destrucción de la casi totalidad de sus aviones disponibles. Otra cosa que la inteligencia limitada de Nasralla no se explica es, por qué un ejército que descalifica con ánimo de enemigo rabioso, que tan pocos recursos disponía en ese momento, detuvo al ejército de El Salvador que, empleó en los diferentes teatros de guerra a 12,000 hombres, y artillería –que Honduras no poseía–, en acciones memorables que de otra manera, les habría permitido partir al país en dos e imponer gobernantes incondicionales. Al margen de lo publicitario de sus ataques –que a Xiomara le impidieron ganar las elecciones presidenciales y a Rodas llegar al poder– hay que ayudarle a Nasralla a conocer la historia para que descubra cómo las Fuerzas Armadas son un factor de estabilización, que no están organizadas sino para defender a Honduras y a los hondureños, sus vidas y propiedades. Y que, como tales, gozan de enorme prestigio entre la población que, si continúa en sus ataques, le negarán a Nasralla el apoyo que goza actualmente. Porque lo que estabiliza a la actividad política son los militares. Sin ellos, Nasralla no habría sido candidato siquiera. Y mucho menos estaría tranquilo, haciendo lo contrario de los políticos que hacen campaña los fines de semana, distrayendo a los ingenuos y haciendo felices a los más inocentes que le creen sus peroratas y sus excesos. Algunos de los cuales no olvidan –porque lo hizo muy bien– los tiempos en que trasmitía sus programas desde el interior de los batallones, llevándole al público en general la imagen de un hombre equilibrado que se presentaba como amigo de la institución que, ahora, rabiosamente ataca. Y descalifica.
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