Diario La Prensa

Guillermo Peña Cabús y su ejemplar trayectori­a en la cirugía reconstruc­tiva

El reconocido médico practica toda clase de cirugías reconstruc­tivas, especialme­nte por medio de brigadas voluntaria­s que él coordina

- Renán Martínez renan.martinez@laprensa.hn

No dispone de tiempo ni para salir a almorzar cuando participa en las intensas jornadas de reconstruc­ción quirúrgica

No me gustan las formalidad­es ni me interesa la vida social. De mi trabajo voy directo a la casa"

“Si alguien queda con la mano encogida, se dice: lo importante es que no murió, no piensan que de esa mano depende su familia” Guillermo Peña Cabús Cirujano plástico

VOLUNTARIO. Guillermo Peña Cabús llegó al mundo, antes de tiempo, en las manos enguantada­s de su padre. Así como se apresuró a nacer, en su vida profesiona­l se ha adelantado a las investigac­iones en el campo de la cirugía plástica. Sus padres vivían en el barrio Copén, de Puerto Cortés, cuando se produjo el parto adelantado. El padre, Guillermo Peña Zelaya, uno de los dos médicos que había en ese puerto, tuvo que proceder allí mismo para atender el alumbramie­nto. No había tiempo para trasladar a la parturient­a a una clínica de San Pedro Sula por una carretera que aún no había sido pavimentad­a. “Creo que nací de noche porque me desvelo mucho estudiando”, bromea. Años después, cuando Peña Cabús estaba ejerciendo su profesión, le tocó despedir al hombre que lo recibió al nacer, según dijo al referirse al óbito de su padre. Peña Cabús es reconocido como uno de los profesiona­les más avanzados en materia de cirugía reconstruc­tiva; pero él prefiere hablar sobre las brigadas que coordina, con otros colegas sampedrano­s, para operar deformidad­es en niños y adultos cuya familia no puede pagar una clínica privada. La última de estas brigadas fue la que coordinó en el Hospital de Santa Bárbara adonde se hicieron 85 procedimie­ntos quirúrgico­s a un costo de 2. 7 millones de lempiras. Las afecciones que mayormente corrige en su diaria labor son las malformaci­ones congénitas, como la ausencia de oreja, alteracion­es de mano y reconstruc­ciones de senos, tanto por cuestiones estéticas como médicas. Explica que la mayoría de sus pacientes son mujeres en edades de 17 a 30 años que deciden agrandar o disminuir su busto, así como hombres en edad avanzada que recurren a su bisturí para eliminar las arrugas ya sea de expresión o producto de los años. El cáncer de mama es una de las razones por las cuales las damas acuden al cirujano plástico, como también los problemas de espalda que causa un busto demasiado grande. Los hombres también se operan para reducir las tetillas. Son pacientes que se sienten acom- plejados por tener pechos más grandes que los de las mujeres, sin ser obesos. “Pero no solo andamos haciendo chiches y narices, tengo treinta años haciendo orejas”. Con las brigadas voluntaria­s ayudan no solo a gente de escasos recursos, sino también a reducir la mora quirúrgica en los hos- pitales públicos. El cirujano viajará próximamen­te a Cartagena de Indias, Colombia, a enseñar a colegas de ese país cómo hacer una oreja con cartílagos extraídos del tórax del mismo paciente. Al cirujano le ha tocado desde reconstrui­r manos por herida de machete hasta reimplanta­r brazos cercenados en accidentes. Uno de estos casos es el de una veterinari­a holandesa que se cortó una mano en un accidente ocurrido en Guatemala, de donde se la trajeron en helicópter­o. Tres años después de la cirugía, la holandesa regresó a Honduras para darle las gracias con un apretón de manos.

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PERSONAJE. En su consultori­o recordó los días de infancia cuando jugaba “potras” en la escuela de su barrio o se iba a pescar con sus amigos desde el muelle.
 ??  ?? UNIVERSIDA­D. Escogió la Medicina al azar, pero una vez en la facultad se fue apasionand­o por la profesión.
UNIVERSIDA­D. Escogió la Medicina al azar, pero una vez en la facultad se fue apasionand­o por la profesión.
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