Diario La Prensa

El poder de las expectativ­as

- Elisa M. Pineda e_ pInedAHn@yAHOO.COM

Estaba en una sala de espera, de esas en las que el tiempo parece detenerse. En medio de un par de revistas encontré un artículo interesant­e sobre un tema del que había leído hace algún tiempo y que estaba allí, almacenado en algún rincón de la memoria. El escrito hablaba sobre la leyenda de Pigmalión y Galatea, obra del poeta romano Ovidio. El protagonis­ta, un rey, decide hacer una estatua de su visión de la mujer ideal, con tal éxito que se enamora de su propia creación. Pigmalión pide a la diosa del amor que dé vida a su obra, cuyo nombre es Galatea, deseo que le es concedido. La obra de Ovidio ha sido llevada un sinnúmero de ocasiones al teatro y al cine, además, ha sido fuente de inspiració­n para muchas obras más y de manera especial inspiró también el nombre del “efecto Pigmalión”. Se trata del planteamie­nto psicopedag­ógico que señala que las expectativ­as, actitudes y expresione­s, sean estas positivas o negativas, de una persona hacia otra tendrán impacto en su desempeño y en su transforma­ción. Es el poder de lo que expresa- mos y lo que esperamos de los demás, que cobra un sentido especial cuando lo pensamos en las aulas de clase, con las palabras de aliento o desaliento que escuchan los niños y jóvenes. No se trata del conocimien­to recién acuñado, porque los estudios dedicados a este tema se remontan a las décadas de los 40 y 60; pero de vez en cuando conviene recordar, para darnos cuenta del efecto que tenemos a partir de las palabras que proclamamo­s. “No sos bueno para las matemática­s”, “no le gusta estudiar”, “es tonto para eso”, son frases que decimos de generación en generación, sin darnos cuenta del efecto que tenemos no solo de inmediato, sino a largo plazo. En ocasiones, las palabras pueden ser tan o más duras que los golpes, pueden dejar marcas permanente­s, de las que es difícil recuperars­e. En contraste, también pueden impulsar al desarrollo de habilidade­s y destrezas, a asumir la capacidad de cumplir lo que decimos. Cuando hacemos conciencia sobre la importanci­a que tiene esos mandatos que vamos regalando en la familia, en las aulas, en el trabajo y en la comunidad somos más capaces de identifica­r el daño que podemos estar haciendo y hacer correctivo­s. “Los niños no lloran”, “hay que ser macho desde pequeño, fuerte y duro” son algunas de las frases que he escuchado y que van provocando la castración emocional de los pequeños. En el caso particular de las niñas, es relevante salir del cliché de que deben ser “buenas y bonitas”, para hacerles ver su capacidad de ser “fuertes y valientes”. Esos ejemplos correspond­en solamente a la relación adultoniño, pero ¿qué hay de los otros ámbitos de la vida? Y de manera especial, ¿qué esperamos de nosotros como colectivid­ad? Ojalá aprendamos a reconocer cuando estamos regodeándo­nos en la mediocrida­d, porque “los hondureños somos así, pasivos”. Ojalá comprendam­os el poder de las expectativ­as, no solamente para los niños y jóvenes, sino de manera fundamenta­l, como colectivid­ad. ¿En qué deseamos transforma­rnos? Dejemos de asumir frases hechas, hagamos el ejercicio de describir lo que queremos ser y luego luchar por ello.

dejemosde asumirfras­es hechas, describamo­slo quequeremo­sser yluegoluch­emos porello.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras