Llanto y muñeca
La información proporcionada recientemente por LA PRENSA podría haber sido fuente de una novela o relato corto del literato Franz Kafka, cuya obra es calificada como una de las más influyentes en la literatura universal y está repleta de temas y arquetipos sobre la alienación, la brutalidad física y psicológica, conflictos entre padres e hijos, personajes en aventuras terroríficas, laberintos de burocracia y transformaciones místicas. Todo un mundo que ha valido para calificar situaciones semejantes a lo largo de los años como kafkiana, con significado, según la RAE, “dicho de una situación: absurda, angustiosa”. Dos años, apenas habla, mucho menos con gente desconocida, cuyo rostro fruncido y mirada agria desde la altura da poder, dimensión incomprensible y atronadora para la niña, cuya familia en ese instante es la muñeca que abraza con fuerza contra su pecho como única fortaleza que no está dispuesta a dejarse arrebatar. Aquello de la convención de la niñez ha chocado contra “tolerancia cero” y la parte más débil, en evidente e inhumana indefensión, de antemano lleva todas las de perder, pues las regulaciones internacionales desaparecen y la ley, “nuestra” ley, se cumple y la hacemos cumplir. Una voz desconocida envuelta en una mirada de arriba hacia abajo se escucha: “¿Cuántos años tienes? ¿Hablas español?”. Y la respuesta fue en el idioma universal a esa edad: llanto. ¿Desconocerá el juez el proceso de crecimiento progresivo e integral del “baby”, niño, adolescente...? Las reacciones no se hicieron esperar no por el efecto y el sometimiento del juez a la política radical antiinmigrante, sino por el cruel tratamiento que se dio a la pequeña de dos años, separada de su familia, al obligarla a sentarse en el banquillo para escuchar una acusación y una resolución que ella no comprende. Si esto es justicia en el tribunal, cómo lo será en las calles, en las redadas; pero también habrá que dirigir la mirada hacia la familia. Coloca a los pequeños ante tales personas que han entregado su sensibilidad a la inhumana y dura ley, que aunque dura es la ley, pero nunca debiera usarse como instrumento de tortura para que “aprendan”, tal como se ha evidenciado en la crisis migratoria al separar, retener y aislar a miles de niños en campamentos donde quedan aislados de sus familias para disuadir el flujo migratorio. La tolerancia desapareció, tal como se expresan los funcionarios de la administración Trump y se encargan de practicar adustos jueces en contra de quienes sentados en el banquillo utilizan el único lenguaje en el que se pueden expresar mientras aprietan entre sus brazos la muñeca: el llanto.