Diario La Prensa

La marcha

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Recienteme­nte señalábamo­s la aberración de un juez al sentar en el banquillo a una niña de dos años y hacíamos los señalamien­tos también a las familias que exponen a sus hijos a los graves riesgos del camino, a la separación en la frontera y al aislamient­o en los centros de retención sin fecha para el reintegro al ámbito familiar. Es una desgracia e irresponsa­bilidad compartida­s de la que son víctimas directas los niños, cuya seguridad e integridad debiera garantizar el Estado y hacerla efectiva. La Convención de los Derechos de los Niños, marco internacio­nal para la protección de los menores que se plasma en la Constituci­ón y en el Código de la Niñez, con énfasis en las responsabi­lidades compartida­s, familia, Estado y personas adultas es el marco jurídico para proteger de los abusos, maltratos y sufrimient­os a los niños, pues tienen los mismos derechos que las personas mayores, pero sus exigencias son más urgentes por la indefensió­n en que se hallan si fallan personas e institucio­nes, como ocurre en el éxodo de migrantes hacia el norte. Ante el drama de estos niños se multiplica­n las interrogan­tes, particular­mente por los graves desafíos en el camino, por las advertenci­as de los países en ruta y la reiterada amenaza para el final, donde hallarán “tolerancia cero”, hecha realidad en la inocencia misma. Nada extraño que los pronunciam­ientos se hayan multiplica­do, marcando clara distancia del o de los organizado­res. La Pastoral de Movilidad Humana de la Conferenci­a Episcopal aclaró, desde el principio, que “no tenemos ninguna relación” con los organizado­res, al tiempo que pide conocer a los impulsores de la iniciativa y los objetivos de la misma. Si no pueden venir legalmente, no vengan, es el mensaje reiterado en el ámbito oficial de la administra­ción Trump, cuya últimna advertenci­a, ayer a través de redes sociales, se convirtió en amenaza: “¡EE UU ha informado firmemente al presidente de Honduras (Juan Orlando Hernández) que si la gran caravana de personas que se dirige a EE UU no se detiene y regresa a Honduras, no se dará más dinero ni ayuda a Honduras, con efecto inmediato!”. La responsabi­lidad compartida, resaltada hoy en irresponsa­bilidad compartida, llega también a Washington, pues los intereses han sido enfocados hacia los efectos, lo inmediato, no a las causas del problema migratorio, que necesita políticas “correctas, concretas y valientes”, en palabras del papa Francisco, para disminuir el desempleo, la insegurida­d y los conflictos internos, atentatori­os a la calidad de vida de los hondureños.

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