Diario La Prensa

Desfiles patrios

- Sergio Banegas ABOGADOBAN­EGAs@YAhOO.COM

La inmigració­n y emigración son un derecho humano, así lo establece la Carta Internacio­nal de los Derechos Humanos. La gente no se va porque quiere, la gente huye ante algunos detonantes que han puesto en marcha el éxodo masivo de compatriot­as, queendesfi­les patrios, quevanmása­lláde tambores ypalillon as, quieren desligarse del faraón. Nuestros compatriot­as se van todos los días, pues el Estado fallido colapsó en las profundida­des del océano de la corrupción. Faltan 7,000 millones de lemp iras que fueron descaradam­ente robados del Instituto Hon dure ño del Seguro Social, faltan 300 millones robados de la Secretaría de Agricultur­a porlospand­oros. Nuestros compatriot­as emigran a diario, pues la mentira delTra ns 450 sigue enlato tal impunidad, el éxodo se sucede todos los días, ya que empresas públicas como la Ene e quiebran, aun teniendo ocho millones de afiliados y sin competenci­a; ellos se van, pues las medicinas en los hospitales son una qui mera bucólica que atrofia la conciencia. Nuestros compatriot­as se van, ya que no hay Estado de derecho, estese violentó de ta jo con una reelección absolutame­nte ilegal y prohibida por nuestra ultrajada Constituci­ón política. No hay demasiadas razones para quedarse cuando la impunidade­s el pan diario de un pueblo sediento de justicia social, no hay hogar al cual regresar, debido aquel as calles son testigos silencioso­s de la des esperanza del padre que no encuentra trabajo para dar decomerasu­shijos. Nuestros compatriot­as emigran por el alza cada lunes a los combustibl­es, por el asalto a carro armado de la nueva placa, que generará millones para seguir engordando la vaca de la burocracia, que para muy poco sirve. Nuestros compatriot­as están en desfiles patrios abandonand­o su tierra, obligados por la necesidad de comer tres vecesaldía, puesesosol­oes posible en la Honduras de allá y no en la Honduras de acá, que poco apoco sede sangra en el abandono absoluto y mordaz de un Estado que perdió absolutame­nte la brújula.

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