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TRAS EL MITCH, GUANAJA ES TAN FRÁGIL COMO HACE 20 AÑOS

Cientos se mudaron lejos del mar, pero otros, como en 1998, siguen expuestos. En la isla aún se ven los destrozos del huracán

- REDACCIÓN: CÉSAR ANDRÉ PANTING, LA PRENSA FOTOGRAFÍA­S: FRANKLYN MUÑOZ, ARCHIVO LP Y AFP

Desastre

Cientos se mudaron lejos del mar, pero otros, como en 1998, siguen expuestos. En la isla aún se ven los destrozos del huracán

Dos décadas han pasado desde que el ojo del huracán Mitch se detuvo tres días cerca de Guanaja, Islas de la Bahía, y la devastó por completo. Redujo casas a escombros, arrasó bosques enteros y dejó a miles de personassi­nnada. Ahora, lomá spreocupan­te para sus habitantes es que la isla sigue siendo tan vulnerable como en 1998.

Aunque tras ese demoledor fenómeno, varios habitantes se mudaron tierra adentro (de la isla), construyer­on áreas de refugio e hicieron algunas edificacio­nes más fuertes, la vulnerabil­idad es casi la misma.

Para conocer a profundida­d cómo está la situación de Guanaja tras dos décadas del pasodel Mitch, un equipo periodísti­co de Diario LA PRENSA viajó ala isla y comprobó que varias zonas habitadas siguen siendo altamente vulnerable­s frente a fenómenos naturales que se gestan en alta mar.

“El Mitch destruyó todo aquí, pensé que era una pesadilla. Ojalá nunca más pase un huracán así porque todavía somos vulnerable­s frente a estos fenómenos. El área cerca del mares la demás fragilidad. Es preocupant­e pensar que si vuelve a subir la marea otra vez se repetiría la historia”, dice, con nostalgia, Danette Ebanks, residente de Guanaja, mientras veía una de las zonas que, en aquel entonces, quedó en ruinas, ahora ya está reconstrui­da.

En muchas partes del municipio, como en El Cayo (donde se encuentra la Municipali­dad), Mangrove Bight o Savannah Bight, aún son visibles los restos de la destrucció­n que dejó el Mitch.

Pánico. El 27 de octubrede 1998, despuésde cruzar la isla Swan, el ojo del huracán (categoría 5 en ese momento) se desplazó hacia Islas de la Bahía y, con vientos superiores a los 250 kilómetros por hora, pasó rozando a Gua na ja.

Delo que eran filas de casas en la bahía solo quedan las bases de concreto que sobresalen del agua. La marea y el viento despedazar­on las edificacio­nes.

Pese a esa catástrofe, muchas personas si--

“Yo pensé que era una pesadilla, no podía creer lo que estaba viendo. Todo fue destruido por el Mitch, no quedó nada en esta zona de Mangrove Bight”. Danette Ebanks Habitante de Guanaja “Realmente se vivieron momentos de horror aquí en Guanaja cuando pasó el Mitch. En ese tiempo no teníamos un lugar adonde refugiarno­s”. Fernando Romero Habitante de Guanaja

guen viviendo en zonas aledañas vulnerable­s por su ubicación. Están a la orilla del mar y, por lo tanto, quedan totalmente expuestas a la subida de la marea o al azote devendaval­es.

“Nunca vi algo así, nos refugiamos con mi familia 36 horas. Al salir vimos todo devastado. Nadie tenía a dónde quedarse. Yo dormí un mes al aire libre. No teníamos qué comer, quedamos sin casa. Es una experienci­a que no quisiera repetir jamás”, relata Ebanks.

Entre las tragedias que le atribuyen a este fenómeno está la desaparici­ón de 31 personas a bordo del velero Fantome, el cual naufragó cuando navegaba al sur de Guanaja.

El sueño que nunca se realiza. A pesar de que tiene incontable­s bellezas naturales, desde playas con aguas cristalina­s hasta densos bosques lati foliados que lo convierten en un hermoso lugar para visitar, los habitantes afirman que tras la destrucció­n del Mitch, n un ca volvió a llegar la misma cantidad de turistas.

De acuerdo con el informe publicado este año por el Instituto Nacional de Estadístic­as (INE), las actividade­s relacionad­as al sector turístico no están ni siquiera entre las cuatro primeras fuentes de generación de empleo en Guanaja.

La isla, que ahora tiene 5,739 habitantes, sigue teniendo una economía muy débil, una pobre generación de empleo y una oferta educativa limitada. Tan solo el 53.8% de la población cuenta con un nivel educativo básico.

En Guanaja, conformada por cuatro aldeas y 46 caseríos, el 24% de la población vive de la agricultur­a, ganadería, pesca y silvicultu­ra, el 11% labora en la construcci­ón y el 10% en el comercio.

El municipio tiene una extensión de 50.10 kilómetros cuadrados, pero la mayoría de su territorio continúa siendo rural y se mantiene deshabitad­o.

Todavía duele. Los estragos causados por el Mitch van mucho más allá de lo material, ya que dejó cicatrices que aún no han sanado en la memoria de los isleños.

Fernando Romero Galán al comenzar a relatar los momentos cuando Mitch pasó por Guanaja se le quebranta la voz, se le humedecen los ojos y por momentos debe parar la narración para contener las lágrimas y así poder enfrentar los dolorosos recuerdos de aquel octubre de 1998.

“Realmente se vivieron momentos de horror aquí en Guanaja. En ese tiempo no teníamos un lugar donde refugiarno­s”, expresa.

Romero dice que tras el Mitch“n oto do fue malo ”. Ahora cuentan con infraestru­ctura pública, como la carretera que va de Mangrove Bight a Savannah Bight. Además, construye- ron refugios y mucha gente se mudó para no vivir a la orilla del mar Caribe.

La devastació­n del Mitch, señala, es una tragedia en la cual, a veces, prefiere no pensar, pues lo llena de tristeza.

“Es duro... recordar... ese momento porque yo solo pensé... que era una destrucció­n total para nuestro pueblo”, expresa, apenas conteniend­o el llanto.

Los “hijos” del Mitch. En las diferentes zonas de Guanaja, actualment­e hay varios jóvenes que se llaman Mitch o Michelle, quienes nacieron durante o poco después de que la isla fuera golpea da por el fenómeno climático.

Una madre manifiesta que la decisión de nombrarlos así se debió a que cuando el huracán impactaba con toda su fuerza, muchos daban casi por seguro que iban a morir, por ello decidieron hacer un juramento.

“Durante el huracán yo estaba embarazada y mi esposo hizo la promesa de que si sobre vivíamos le pondríamos Mitc ha nuestro hijo, y así lo hizo. Varios padres también les pusieron Mitch o Michelle a sus hijos porque hicieron la misma promesa o en memoria por ese suceso”, recuerda Cecilia Jackson, habitante de la isla, y madre del joven Mitch, que en diciembre cumplirá 20 años.

Cecilia Jackson recuerda que cuando el Mitch afectó a la isla “la marea entró y se llevó todo”

“Eran las 2:00 pm, pero parecía que era de noche, todo se oscureció. No se veía nada. Por tres días solo hubo lluvia, rayos y viento. Todo quedó devastado. El miedo a que vuelva a pasar algo así nunca desaparece”, dice.

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