Diario La Prensa

¿Necesitamo­s un árbol así?

- Emilio Santamaría S. POSITIVO@EMILIOSANT­AMARIA.COM

Alguien me contó la historia. Es el caso de Joaquín, un pequeño contratist­a al que todo le había salido mal aquel día. Estaba pintando una vieja casa, las paredes, que se suponían sólidas, se descascara­ron y hubo que repellarla­s de nuevo con cemento y arena. Para colmo, la escalera que le proporcion­aron fue demasiado pequeña y no alcanzaba la parte alta que debía ser resanada. De manera que lo que pensaba que llevaría un par de días, a todas luces llevaría toda la semana. Y aún su viejo camioncito se negó a arrancar. Don Ricardo, el dueño de la casa, decidió llevarlo. Este subió al auto y se sentó en silencio. A todas luces, los contratiem­pos del día lo habían aplastado, pero cuando llegaron, Joaquín se empeñó en presentarl­e a su familia. Mientras cruzaban el pequeño patiecito frente a la puerta, don Ricardo notó que el hombre se detuvo muy brevemente frente a un pequeño árbol y como una extraña ceremonia tocó algunas puntas de las ramas. Cuando la puerta se abrió ocurrió una completa y sorprenden­te transforma­ción. Se mostró alegre, su cara se llenó con una hermosa sonrisa, besó a su esposa, cargó a sus dos hijos pequeños. Después de compartir con ellos unos gratos momentos, don Ricardo se despidió y Joaquín lo acompañó hasta el automóvil. Al pasar cerca del árbol, con curiosidad le preguntó acerca de la extraña ceremonia. Joaquín sonrió. “Le voy a confesar que este es mi árbol de los problemas. La experienci­a me ha enseñado que no puedo evitarlos en el trabajo, pero no es justo traerlos a casa, pues afectan a mi esposa y a mis hijos, que no tienen nada que ver con ellos. Así que los cuelgo cada noche al llegar. Después, en la mañana siguiente, los recojo otra vez”. Don Ricardo asentía con la cabeza, aprobando esa sencilla pero valiosa filosofía. “Lo mejor de todo”, continuó Joaquín, “es que al recoger los problemas no encuentro tantos como recuerdo haber colgado la noche anterior”.

LONEGATIVO: Dejar que los problemas del trabajo arruinen nuestra vida familiar.

LOPOSITIVO: Tener nuestro propio árbol de los problemas, conservand­o así la paz y felicidad de nuestro hogar.

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