¿Debemos vivir como islas?
Hay personas que confiamos extremadamente en nuestras fuerzas, capacidades y experiencias para realizar los quehaceres y actividades de nuestras vidas. Nos consideramos autosuficientes y podemos prescindir perfectamente de la ayuda de nuestros parientes o amigos. Si vivimos como islas, es decir, aislados, sin comunicación sin intercambio, no lograremos el éxito esperado. Podemos tener ideas brillantes, gran tenacidad de trabajo, una actitud perseverante o una visión futurista positiva, pero si no recibimos ayuda de personas dispuestas a colaborar con nosotros, si no conseguimos el apoyo de los demás, no llegaremos muy lejos. Nadie puede hacer ni vivir solo, y eso es más afectante, cuando estamos experimentando una crisis y no hallamos salida porque confiamos todavía en que yo puedo hacerlo solo. Cuando el dolor, el sufrimiento y hasta la desesperación pueden llegar a nuestra existencia realizamos cuanto necesitamos compartir con las personas queridas para mitigar el dolor y ayudarnos a sobrevivir estas etapas oscuras. La vida cristiana se resume en dos mandamientos, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Si amamos a Dios, a quien no vemos, con más razón debemos amar a nuestro hermano, a quien vemos. Ambos amores tienen que ir de la mano. No se puede ignorar uno del otro. Y ese amor es el que nos incita a compartir, a darnos a los hermanos, a pedir ayuda confiadamente y a darla al mismo tiempo desinteresadamente. Jorge Sáez dice que ayudar y dejarnos ayudar tanto por Dios como por el hermano es el único modo de afrontar la vida de manera que nuestro sufrimiento no nos ahogue. Y es el amor el que permite que nuestro ser se expanda, reforzando nuestra identidad y favoreciendo nuestra realización personal. Por consiguiente, no debemos vivir como islas, sino confiar y ayudar a nuestros amigos.
ElúnicomododE afrontarlavida sinquEEl sufrimiEnto nosahoguEEs confiaryayudar