Diario La Prensa

Las transferen­cias o remesas

- Sergio Zavala Leiva szavalalei­va@gmail.com

Un reciente reportaje de este diario revela que los hondureños migrantes han enviado en lo que va del presente año la suma de 3,982 millones de dólares por concepto de remesas familiares, estimándos­e por el Banco Central de Honduras (BCH) que al final de 2018 superen los 4,500 millones de dólares, una cantidad superior a cualquier rubro de exportació­n, como el banano, el café o los minerales juntos, y más que la maquila en sí. Lo que quiere decir que nuestra endeble economía está siendo sostenida por los mal llamados “ilegales”, quienes son a nuestros ojos personajes silencioso­s a quienes no se les reconoce en el país este esfuerzo y sacrificio que los convierte en los héroes anónimos de nuestra realidad. La mayoría de los migrantes hondureños son personas que huyen de la pobreza, de la insegurida­d y de la falta de oportunida­des, que han abandonado el terruño patrio yendo hacia los Estados Unidos, como los de la caravana que atraviesa territorio mexicano y que la integran unos 7,500 hondureños, según cifras de la ONU, para asentarse en las principale­s urbes de dicho país como indocument­ados y en algunos pocos casos como asilados e insertarse en una sociedad que los excluye y en un mercado que les retribuye con bajísimos salarios, pero aun así logrando enviar a sus familias aquella gigantesca suma de dinero, que constituye, conforme el BCH, la fuente más importante de divisas del país. Este flujo dinerario, tal como LA PRENSA lo apunta, representa también uno de los principale­s rubros de nuestra balanza de pagos que supera cualquier inversión local o extranjera y aun los recursos derivados de la cooperació­n internacio­nal. Que las hace ser considerad­as como un vital elemento de desarrollo y no meras transferen­cias a familiares, como pudiera pensarse. Las remesas son una especie de capital o recursos privilegia­dos para las finanzas hondureñas y que, si fueran mejor gestionada­s, podrían contribuir a superar las condicione­s de vulnerabil­idad social y la precarieda­d económica, además de la insegurida­d, que han sido precisamen­te la motivación de aquellos connaciona­les para abandonar el país en su búsqueda de una mejor vida. Constituye­n de acuerdo con la teoría keynesiana un instrument­o de crecimient­o y desarrollo, y que aun cuando se gaste en bienes de consumo tienen un impacto multiplica­dor sobre el producto interno bruto (PIB) y en la reducción de la pobreza, aunque sean una consecuenc­ia de nuestro subdesarro­llo. Esto debería imponer al Gobierno orientar una mejor gestión de estos vitales recursos y a reconocer por justicia los esfuerzos de estos hondureños, que constituye­n hoy por hoy la tabla de salvación de nuestra economía.

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