Abuelos intercambian historias de vida
Comunidad El asilo no es para personas con problemas mentales, por eso los beneficiados son evaluados antes de ser ingresados
Sonó la campana en el Hogar Perpetuo Socorro anunciando que es la hora del almuerzo. Tras el repique, los internos acuden a los comedores, solo Manuel Padilla se queda en el patio tirando migajas de pan a las palomas, consciente de que ellas también necesitan alimentarse. Sonríe al ver cómo se aglomeran a su alrededor. Luego sale en su silla de ruedas hacia el comedor, dejando ver la ausencia de su pierna derecha. La perdió viviendo en México a consecuencia de un extraño hongo que la fue carcomiendo hasta que los médicos tuvieron que amputarla. Sin embargo, no pierde las esperanzas de volver a caminar. Está pensando salir de ese hogar de ancianos para ir a la fundación Teletón a que le coloquen una prótesis. Otros internos como Octavio
Delcid no quisieran irse del hogar, pues se sienten más cómodos que en su propio hogar. No es que sus 12 hijos no lo traten bien en la casa, sino que tiene temor de golpearse su pierna atrofiada a causa de un accidente. Aparte de ello, en el asilo han cultivado muchas amistades con las que intercambian sus historias de vida, dice el hombre de 84 años, quien se desplaza con muletas. En la aldea San Isidro, de Villanueva, en donde vive su familia, llevó una vida activa
en sus años de juventud cultivando y haciendo dulce de panela en una molienda. “Era el mejor hornero”, afirma. En el hogar viven unos 100 abuelos, cada uno con una historia que contar. Algunos fueron encontrados extraviados en las calles, a otros los fueron a entregar sus familiares y unos pocos ya no recuerdan ni su edad.
Muchos se quejan de dolores articulares como artrosis y artritis. También hay internos con hipertensión, diabetes, osteoporosis, dolores musculares y demencia senil.