Diario La Prensa

Delaobrade JulioCortá­zar

- Foto de Cortázar del 25 de noviembre de 1974 en París, Francia.

que Cortázar firmó con su nombre y no bajo su pseudónimo, Julio Denis. En ese momento decidió que se haría con todas las primeras ediciones del artista, que pensaba que serían 30 o 40, pero finalmente acabó acumulando más de 800 documentos entre obras, revistas donde publicó textos, prólogos, traduccion­es para otros autores o discos en los que está su voz.

-” Obsesión bien usada”- Tras más de 27 años de recopilaci­ón, en 2014, centenario del nacimiento del autor, armó una “bio- bibliograf­ía” sobre Cortázar con el investigad­or Federico Barea y su colección fue adquirida por la Biblioteca Nacional argentina. Sin embargo, no pudo desprender­se de algunos documentos, que aún guarda en su librería custodiado­s por su gata Carol, de mismo nombre que la segunda esposa del escritor pertenecie­nte al “boom” literario latinoamer­icano. “Siempre lo que uno tiene con Cortázar es que lo siente cercano, parece un amigo. Uno se siente próximo, hay una calidez en el autor y uno siente que las anécdotas que le pasan a él o a sus personajes podrían ser las de uno, y de alguna manera querés ser esos personajes”, comenta Aquilanti. El coleccioni­sta no cree que haya un método para recopilar todos los archivos sobre Cortázar que consiguió, sino más bien “cierta obsesión bien usada”. “Hoy ayuda mucho internet, pero cuando yo empecé ni existía internet. No existían las computador­as prácticame­nte, por lo menos no las hogareñas”, rememora.

- Muchos viajes- Por ello, tuvo que recorrer librerías, viajar a otros países y entrevista­r a muchas personas, entre ellas la primera esposa de Julio Cortázar, Aurora Bernárdez, de quien terminó haciéndose amigo. “Tratar con ella para mí fue con- movedor, porque era de alguna manera estar con algún pedacito de Cortázar. Lo mismo me pasa con sus amigos, haber conocido a Julio Silva, que fue tan amigo de él y a otros tantos (...), me parece que haber estado con ellos de alguna manera es haber estado con él, a quien nunca conocí”, expresa el librero anticuario. Aquilanti es un verdadero coleccioni­sta: confiesa haber tenido pesadillas con una inundación en la biblioteca que perjudique a sus obras, pero aun así considera el coleccioni­smo como una “diversión” y un “placer”, y lo compara con la pesca, actividad que también practica. “Siempre siento que la pesca me lleva a lugares a los que no hubiese ido si no hubiese sido por la pesca (...). No importa sacar el pez, no me importa comprar el libro, me importa el camino”, explica. Cuando se cumplen 35 años de la muerte de su idolatrado literato, Lucio Aquilanti cree que “su gran legado es la calidez de su obra, ciertos misterios y cierta magia que tiene siempre y que sigue transmitie­ndo”. “Te acerca a vos a esa magia cotidiana que no queremos ver, que uno la tiene y dice es una casualidad”, reflexiona el coleccioni­sta.

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