Los ciegos que no quieren ver
Frustración de la población genera la “revuelta” de sonámbulos movidos por pasiones
Para entender lo que ocurre hay que saber qué piensan los actores del conflicto. La mayoría no tiene práctica en tal ejercicio. Algunos son ciegos; otros, atrapados en las consignas partidarias, y no faltan los que, dormidos e inconscientes, reaccionan por meros reflejos. De allí que es difícil pedirles un ejercicio de reflexión para entender cómo piensan los hondureñosycuálessonlosmecanismospara conciliar el pensamiento con las realidades existenciales.
Por ejemplo, hay que reconocer que en 1954, fecha en que nacionalistas y reformistas – valga la comparación, Libre y el Partido Liberal – se “insurreccionaron”, palabra que, aunque ilegal, se usa porque nadie le tiene miedo a la Fiscalía. No asistieron al Congreso y produjeron el golpe de Estado y la dictadura de Julio Lozano. Terminada el 21 de octubre, facilitó la emergencia, como partido político, de las Fuerzas Armadas.
En 1957, la Constitución se redactó para impedir que los nacionalistas regresaran al poder y le dio al Congreso Nacional más responsabilidades que al Ejecutivo, al grado que, en caso de diferencias entre el jefe de las Fuerzas Armadas y el Presidente de la República – pues era un Gobierno bicéfalo– el Congreso dirimiría las mismas. En cambio, los constituyentes de 1982 no temieron al caudillismo civil, sino que a los militares, por ello inclinaron el poder hacia el Ejecutivo y despojaron de sus competencias al Congreso.
Ahora vemos un Ejecutivo muy holgado en sus prerrogativas, pero limitado por el escaso desarrollo económico. Pudo administrar la pobreza, pero cuando la población creció, su fuerza se orientó a aumentar los controles sobre el pueblo y disminuir la fuerza de los militares. Se les despojó de su autonomía y fueron sometidos al poder de los civiles, por ello es que la crisis de 2009 es un intento del Ejecutivo por controlar a un Congreso que, dominado por los liberales, no estaba bajo el dominio del titular el Ejecutivo, por lo que este usó el presupuesto para dominarlos. Y como creyeron equivocadamente – especialmente los marxistas teóricos – los seguidores de Zelaya, consideraron que era la oportunidad de cambiar las cosas, emitiendo una nueva Constitución. Los militares se vieron obligados a actuar cuando la Corte Suprema les ordenó capturar el Presidente, que, al final, fue expulsado a Costa Rica.
La idea de una nueva Constitución ha tomado fuerza en la medida en que JOH logró un nuevo período presidencial. Su reelección agravó las cosas, ya que no pudo diferenciar su primer período del segundo, olvidando que las condiciones políticas y las ideas habían cambiado. En vez de un Gabinete de integración siguió con los mismos ministros y, cuando debió forjar un pacto de gobernabilidad, basado en el compromiso que en el 2021 no se reeligiría, dejó que las fuerzas opositoras crecieran y no pudo, además, hacer eficiente su Gobierno para enfrentar los problemas que le interesaban al pueblo. Los logro suyos, indudables, no son los que la gente quería, por eso la “revuelta” que estamos sufriendo de sonámbulos movidos por las pasiones, sin compromiso con la patria.