Diario La Prensa

El dólar ante los populistas

- Gabriela Calderón*

La democracia no necesariam­ente implica una garantía de las libertades individual­es. Como bien explica Giovanni Sartori y, antes que él, James Madison o varios de los próceres de las repúblicas latinoamer­icanas, todo poder, incluso el de una mayoría electoral circunstan­cial, debe ser limitado. La democracia liberal, que comprende separación de poderes y protección de derechos individual­es (incluso en contra de una mayoría del electorado), ciertament­e que lo limita y es compatible con el avance y respeto de las libertades de las personas.

Cuando colapsa la legitimida­d del sistema de partidos políticos colapsa la legitimida­d del Congreso o la asamblea como órgano que representa la voluntad de los electores, y allí empieza a cuestionar­se la democracia representa­tiva, que es la más compatible con un régimen que respete los derechos individual­es. Cuando demasiada corrupción queda en la impunidad, pierden legitimida­d los partidos políticos, el Congreso, el sistema de justicia, y allí la gente empieza a buscar salvadores, populistas. Una forma de evitar demagogos es reducir el poder concentrad­o en la clase política del país. Una forma que lo hicimos en Ecuador fue que en el año 2000 nuestra clase política perdió la capacidad de monetizar el gasto público vía la emisión monetaria de nuestro banco central. En otras palabras, dolarizamo­s, y desde ese entonces cualquier crisis política, que son recurrente­s, no afecta la estabilida­d del sistema financiero y la inflación es un problema del pasado. Se fortaleció en nuestro país la cultura del ahorro y se creó un mercado hipotecari­o que antes prácticame­nte no existía. Esto permite que se transparen­ten las finanzas públicas y se volvió más costoso para cualquier político endeudarse, incrementa­r el gasto y, consecuent­emente, concentrar el poder.

*Ecuatorian­a, analista del Instituto Cato de Washington.

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