El dólar ante los populistas
La democracia no necesariamente implica una garantía de las libertades individuales. Como bien explica Giovanni Sartori y, antes que él, James Madison o varios de los próceres de las repúblicas latinoamericanas, todo poder, incluso el de una mayoría electoral circunstancial, debe ser limitado. La democracia liberal, que comprende separación de poderes y protección de derechos individuales (incluso en contra de una mayoría del electorado), ciertamente que lo limita y es compatible con el avance y respeto de las libertades de las personas.
Cuando colapsa la legitimidad del sistema de partidos políticos colapsa la legitimidad del Congreso o la asamblea como órgano que representa la voluntad de los electores, y allí empieza a cuestionarse la democracia representativa, que es la más compatible con un régimen que respete los derechos individuales. Cuando demasiada corrupción queda en la impunidad, pierden legitimidad los partidos políticos, el Congreso, el sistema de justicia, y allí la gente empieza a buscar salvadores, populistas. Una forma de evitar demagogos es reducir el poder concentrado en la clase política del país. Una forma que lo hicimos en Ecuador fue que en el año 2000 nuestra clase política perdió la capacidad de monetizar el gasto público vía la emisión monetaria de nuestro banco central. En otras palabras, dolarizamos, y desde ese entonces cualquier crisis política, que son recurrentes, no afecta la estabilidad del sistema financiero y la inflación es un problema del pasado. Se fortaleció en nuestro país la cultura del ahorro y se creó un mercado hipotecario que antes prácticamente no existía. Esto permite que se transparenten las finanzas públicas y se volvió más costoso para cualquier político endeudarse, incrementar el gasto y, consecuentemente, concentrar el poder.
*Ecuatoriana, analista del Instituto Cato de Washington.