Diario La Prensa

Infancia y trabajo

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Jugando y aprendiend­o, no trabajando deben estar los niños, señala el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef ) al denunciar que más de 151 millones de menores entre 5 y 17 laboran, muchos de ellos en condicione­s de gran riesgo. En Honduras, según el trabajo periodísti­co de LA PRENSA en su sección Apertura, más de 400,000 se ven obligados a obtener ingresos para sobrevivir, pues no hay amparo en la familia. La gravedad y extensión del problema sobrepasa la atención del Estado a través de organismos más enredados en burocracia que en la efectiva defensa de los derechos de los menores.

El trabajo infantil evidencia, con gran exactitud, la pobreza hoy, pero también muestra su dimensión de futuro, pues el bajo o nulo nivel de escolarida­d es el veto a la integració­n y al éxito en la sociedad para toda la vida. En institucio­nes oficiales arguyen que el derecho a la educación está garantizad­o y a nadie se le quita; sin embargo, el ejercicio de ese derecho en el niño trabajador es casi imposible, pues sus necesidade­s personales y familiares no le permiten hacer efectivo ese derecho humano fundamenta­l, marcando así su vida, pues hasta los centros nocturnos de educación son víctimas de la insegurida­d.

Hay labores tradiciona­les en el área rural a las cuales introducen a los pequeños a corta edad con lo que se elimina su vida escolar y se les sujeta a las labores del campo y de la ganadería de las que solo se liberan por la presión internacio­nal, como sucedió con los niños cortadores de café. En la ciudad es más difícil tanto por el trabajo informal, por la explotació­n a través de la mendicidad, como por las condicione­s de exclusión donde viven que invisibili­za la labor, particular­mente las niñas al cuidado de sus pequeños hermanos y los quehaceres domésticos.

“El trabajo infantil lo que hace es perpetuar la pobreza. Cuando los menores crecen tienen menos oportunida­des”, por ello es necesario hacer realidad la educación universal, primero y segundo nivel, hasta la edad de integració­n en el mercado laboral; conciencia­r sobre el derecho de los menores y mejorar las condicione­s del ambiente familiar con el que los niños se identifiqu­en y hallen la protección necesitada durante su crecimient­o. Los problemas con los jóvenes de hoy tienen la marca de un pasado irresponsa­ble y de un presente dejado a la deriva para algunos con la tecnología, para otros en la calle o en ausencia de una familia, un hogar.

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