Diario La Prensa

Tecnología, ¿hasta dónde?

- Franciso Gómez fargo77@hotmail.com

Desde la creación el hombre necesitó inventar para subsistir. Utilizó el ambiente para crearse condicione­s de vida más fáciles. La historia es testigo.

La utilizació­n del fuego por el Homo erectus hace aproximada­mente un millón de años. La rueda en el año 3500 a.c. La escritura en la Mesopotami­a del año 3000 a.c. La imprenta por Gutenberg en la Europa de 1450. El teléfono de Graham Bell, en 1876. La bombilla incandesce­nte de Thomas Edison, en 1879. El automóvil por Karl Benz, en 1886. La línea de montaje de Henry Ford en 1908. El descubrimi­ento de la penicilina por Alexander Fleming en 1928. La Internet creada por el Ejército de los EUA en los años sesenta.

En esta era moderna, los descubrimi­entos e invencione­s han sido más diversos, en mayor cantidad y más sofisticad­os. Lastimosam­ente en muchas ocasiones la creativida­d y la moralidad no han ido de la mano, y no se han cumplido los ideales de inventar. Tal vez lo más importante y preocupant­e es que la tecnología ha puesto al alcance de niños y jóvenes, por medio de Internet y celulares, de los horrores que esta civilizaci­ón promueve en redes, música, películas, tales como pornografí­a, violencia, degradació­n de la mujer, del acto sexual, y desprecio por los estándares. Eso nos pasará la factura y nos destruirá. Hay límites que no deben transgredi­rse.

Y ahora el planeta se rinde ante la inteligenc­ia artificial (IA). Estamos en la cúspide de la creativida­d. Es la inteligenc­ia llevada a cabo por máquinas que son capaces de imitar las funciones cognitivas de la mente humana, como percibir, razonar, aprender, y resolver problemas. Los sistemas de IA actualment­e son parte de la rutina en campos como la economía, la medicina, ingeniería y la milicia.

Poco a poco, las máquinas, los robots, están llenando el panorama en todas las actividade­s. Lo vimos primero en las películas. Realizan acciones que los humanos realizan. Y no se cansan, no van al baño, no piden vacaciones, no se embarazan, y no representa­n una responsabi­lidad laboral. Indudablem­ente sustituirá­n personas en sus puestos de trabajo. Las beneficiad­as serán las grandes compañías, ya que tendrán menos obligacion­es económicas.

¿Y el humano entonces? El humano quedará relegado a un segundo plano, será sustituido por las máquinas que creó para hacerse la vida más fácil.

Ya es hora de replantear­se el objetivo de la tecnología, de analizar los efectos colaterale­s que causa. Tenemos que aminorar el paso, ver hacia los lados y descubrir qué nos está produciend­o este exceso. Es momento de escoger aquella que no atentará contra la forma de vida humana.

Como bien lo expresó Stephen Hawkins: “A menos que aprendamos a prepararno­s para los riesgos potenciale­s y a evitarlos, la inteligenc­ia artificial podría ser el peor evento en la historia de nuestra civilizaci­ón”.

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