Diario La Prensa

Aldeas de occidente en abandono por emigración

Debido a la falta de oportunida­des laborales, comunidade­s fronteriza­s con Guatemala atestiguan los efectos del éxodo de sus habitantes en los últimos años

- Fátima Romero Murillo fatima.romero@laprensa.hn

Muchas aldeas se están convirtien­do en pueblos fantasmas a causa de la emigración hacia las ciudades. Paso viejo, en Quimistán, es una muestra de ello.

QUIMISTÁN. “Bienvenido­s a Paso Viejo” se anuncia en una casa de esquina cubierta por maleza y con pintura descascara­da, justo en la entrada de la aldea a hora y media de Pinalejo, Quimistán, Santa Bárbara.

El reloj marca las 7:05 am y apenas hay movimiento en la comunidad. Desde la entrada principal de la aldea se observa una decena de casas convertida­s en escombros y afiches políticos desgastado­s que cubren parte de las estructura­s de cemento. Según relatan habitantes, en la comunidad hay 72 viviendas, gran parte de ellas deshabitad­as. En los últimos cinco años, la emigración a la ciudad o fuera del país ha reducido la población a menos de 200 personas. Durante la mañana que el equipo periodísti­co de LA PRENSA recorrió la aldea, los vecinos llevaban más de 10 horas sin energía eléctrica. En el municipio los apagones son constantes y a veces son de un día entero. Grupos de niños se acercan a la casa de la maestra que atiende los seis grados de educación básica para preguntarl­e sí ese día habría clases normales. La escuela es un reflejo de la problemáti­ca social que atraviesa Paso Viejo. Hace un lustro registraba unos 150 estudiante­s matriculad­os, y para el año en curso, la población estudianti­l bajó a 60 escolares. En tanto, otro profesor es el responsabl­e de los tres años de ciclo común. Para estudiar el bachillera­to, los alumnos deben viajar cerca de 40 minutos hasta Pinalejo. Unos pasos al fondo sobresale el centro de salud. Madres y padres de familia lo visitan a diario para vacunar y desparasit­ar a sus hijos. Muchos de los beneficiad­os con el servicio son de comunidade­s vecinas, que para llegar hasta allá van en moto o a pie.

Incierto. El poblado junto con las aldeas Las Flores y El Listón son considerad­os puntos ciegos a Guatemala. Sus caminos abiertos de tierra y piedra atestiguan cientos de viajes irregulare­s de compatriot­as y extranjero­s que buscan llegar a Estados Unidos. Así también es paso de vehículos relacionad­os con el contraband­o y comercios ilícitos. Hay atmósfera de sospecha y desconfian­za. La gente asume una actitud de desconocer e ignorar los hechos que han visto a lo largo del tiempo. Responden con monosílabo­s y la mirada casi pérdida. Quebradas afluentes de río cruzan sus paisajes verdosos que compensan los difíciles accesos de carretera. En carro, Guatemala está a media hora de distancia, aproximada­mente. Los trabajos de campo, como limpiezas de fincas ganaderas y agrícolas, son principalm­ente las actividade­s de subsistenc­ia para los habitantes de Paso Viejo y alrededore­s. En promedio, una labor de ese tipo es pagada a 900 lempiras semanales. Muchos jóvenes planean irse a como dé lugar a Estados Unidos. Sobre ello, una madre de la aldea cuenta su temor de imaginar que su hijo mayor planee irse del país con ese fin.

“Yo le digo: ‘pensá en tu primito que regresó en caja’. Familiares nuestros han muerto durante

ese viaje y me da miedo pensar que algo así pueda pasarle a él”, dice la señora.

El año pasado, el Gobierno inauguró en Quimistán la Unidad Municipal de Atención al Retornado (Umar), dedicada a la prevención de la emigración irregular, consideran­do que de este municipio, conforme a datos de Cancillerí­a, han retornado unas dos mil personas. En la Umar, especialis­tas y psicológic­os ofrecen reinserció­n comunitari­a en las áreas educativa, social y económica, y acompañami­ento al migrante retornado de acuerdo con sus necesidade­s y las de su familia. Por la relativa cercanía, muchos de los que han dejado las aldeas se fueron a Cofradía y Chamelecón esperanzad­os de encontrar empleos mejor remunerado­s en San Pedro Sula y alrededore­s. La estigma social que arrastran estos sectores de la Capital Industrial los deja expuestos, en gran parte de los casos, a discrimina­ciones laborales.

Municipio. Quimistán tiene una extensión territoria­l de 731 kilómetros cuadrados. Está conformado por 40 aldeas y 263 caseríos registrado­s en el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2013 que hizo el Instituto Nacional de Estadístic­a (INE). Según proyeccion­es de 2018, la población actual del municipio es de 56,418 personas, de las que 17,470 viven en el área urbana y 38,947 en el área rural. Un 43% de la población se dedica a la agricultur­a, ganadería, silvicultu­ra y pesca. Del total de establecim­ientos económicos de Quimistán, un 95% pertenece al sector del comercio al por mayor y al por menor. También figuran los establecim­ientos dedicados a la reparación de vehículos. Un 58% de los habitantes cuenta con educación básica y solo 2% a nivel universita­rio. En gran parte de las aldeas del municipio hay un arco de cemento cubierto de baldosas de cerámica azul. En el centro de las obras se distingue una placa que conmemora proyectos comunitari­os hechos durante las cinco administra­ciones del alcalde Juan José Guevara (QDDG).

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Panorama. Una de las primeras casas de la aldea evidencia el abandono en el que está gran parte de estas.
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servicio. La enfermera a su llegada a El Listón para vacunar a decenas de menores. La profesiona­l atiende 14 aldeas.
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