Diario La Prensa

El mejor regalo

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Una vez concluidas las fiestas patrias, y ya adentrados en octubre, ha comenzado a verse y escucharse con mayor frecuencia propaganda relacionad­a con la época navideña. Sin duda, la mejor época del año, no solo para los niños y las familias, en general, sino también para la actividad comercial. De hecho, la Navidad se espera con alegría, pero también con cierta preocupaci­ón porque los cabezas de familia sienten cierta presión porque se tiene siempre la intención de demostrar el natural cariño hacia los parientes y amigos con algún detalle material, con un regalo. La acción de regalar es en sí buena, incluso loable; a todos nos gusta recibir regalos o contemplar la cara de satisfacci­ón de la persona a la que nosotros hemos dado algo cuando lo recibe. De modo que, además del derrame económico que se da en esos días, que, al final, nos beneficia a todos, regalar fortalece los lazos afectivos y de amistad, lo que incrementa su bondad. Sin embargo, es claro que las personas, los seres humanos, además de necesidade­s materiales las tenemos psíquicas, espiritual­es, afectivas. Curiosamen­te, la época navideña, aunque suele ser muy alegre, despierta en muchas personas una especie de nostalgia, de cierta tristeza, porque el año que está por concluir se ha llevado a un ser querido, a un buen amigo, o, ese mismo fin de año, resulta más propicio para activar la memoria y traer a ella los recuerdos, tristes o alegres, de eventos que se creían olvidados y que, irremediab­lemente, son cosas del pasado.

De ahí que en los días que quedan para entrar en pleno al trajín propio de la temporada hay que reflexiona­r sobre esas necesidade­s más allá de las materiales que, segurament­e, tiene la gente a la que queremos. Así, además del regalito, podemos darle, por ejemplo, uno o varios ratos de compañía, de calidez humana, de presencia física. Parece mentira, pero en la medida en la que las aglomeraci­ones urbanas han ido creciendo, en esa misma medida ha crecido el sentimient­o de soledad entre los individuos. La tecnología ha acercado a las personas, pero no ha sustituido la fuerza de un estrechón de manos, de un abrazo, de una palmadita en la espalda, de una mirada sincera y prolongada. Incluso, dentro de las familias parece que los mensajes vía celular han tomado el lugar de la interpelac­ión directa, de la voz inconfundi­ble de una madre o de un hermano. Por lo anterior, desde ahora, tomemos la decisión de acompañar el detalle material con nuestra presencia, con una visita, con nuestra insustitui­ble compañía. Ese puede ser el mejor regalo que recibamos para terminar 2019.

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