¡Hay que barrer la casa!
"no me dejo llevar por los sentimientos y busco mantener la calma y la ecuanimidad”.
Como la mayoría, estoy avergonzado del desprestigio general de la clase política y gobernante de Honduras. Lo que más duele es que por esta vía se nos llena la cara de heces fecales a todos los hondureños que, creemos, no nos merecemos tales ofensas. Sin embargo, no me dejo llevar por los sentimientos y busco mantener la calma y la ecuanimidad para encontrar explicaciones y salidas.
Nunca un sistema político ha colapsado de la noche a la mañana. Incluso, el modelo hitleriano necesitó tiempo, errores y provocaciones para que, enfrentado a la guerra – en dos frentes – colapsara mucho antes de los mil años prometidos.
Por eso creo que la debacle de Honduras no empezó en 2009, ni mucho menos durante el huracán Mitch. La crisis de Honduras empieza desde los primeros años de la independencia. Varias instituciones se fueron deteriorando, la sustitución de la soberanía individual por la violencia para disputar el poder público y el cínico comportamiento de convertir al caudal público en un botín a disputar como perros rabiosos en el curso de la historia de los últimos cien años explican lo que ocurre. Y si tiene su gran momento es el 3 de octubre de 1963. Allí -como decía Zavalita en Conversaciones en la catedral-- ¡se jodió Honduras!
El sistema político corrupto, aceptado mansamente por los hondureños e instrumentalizadoporlosestadosunidos,queapoyaron dictaduras y violaciones de los derechos humanos, ha terminado siendo un animal muerto para su protector, el cual descubrió que, en vez de cubrir sus espaldas y proteger sus intereses, ha conspirado en contra suya. La lucha en contra del narcotráfico, en vez de ser apoyada por la Policía, se colocó al servicio de la delincuencia. Y así como la Policía había sido penetrada por los narcotraficantes, la DEA de los Estados Unidos penetró a los narcotraficantes, por ello es que David Rivera trabaja con ellos desde 2014. Y por este personaje, ahora popular y más conocido que la mayoría de los políticos, Estados Unidos penetró a una clase política corrupta, pestilente, que nos avergüenza a todos.
Por supuesto, no celebro lo que pasa. No me gusta la popularidad de Los Cachiros ni tampoco me alegra la vergüenza y el miedo que están pasando los denunciados, que nunca han respetado al sistema judicial hondureño – incompetente e irresponsable, también–, pero que tiemblan con tan solo que les digan que los van a extraditar. Porque cuando les quitan la careta y descubrimos que tienen la cara embarrada ensucian a Honduras y avergüenzan a los hondureños, por ello no acepto que aquí todos somos deshonestos, criminales o asesinos.
Que tenemos responsabilidades, lo acepto, hemos votado por la mayoría de los denunciados y, en algunos casos, en nombre de la presunción de inocencia les hemos defendido. Por ello formalmente reclamo calma para que, después de oír los resultados del jurado, tomemos decisiones, cualquiera que sea la conclusión a que lleguen las doce personas que nos han quitado la soberanía a los hondureños. Cualquiera que sea, aquí tenemos que barrer la casa, inevitablemente, y sacar a las ratas de los rincones.