Diario La Prensa

Préstamos y préstamos

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Puede parecer iluso y de escaso conocimien­to de la naturaleza y el movimiento de las finanzas públicas, pero el hecho de elaborar cuentas con la mente puesta en préstamos para apoyarlas no es más que comer lo que no hay, privándose­lo a quienes en unos años lo van a necesitar, y no solo no lo tendrán, sino que habrán de pagar por los gastos de hoy. Esto es lo que viene ocurriendo con los presupuest­os y el cada vez más abultado gasto corriente. Si por lo menos fuese inversión en obras públicas, en educación y en salud habría más que razones para ese apoyo hoy con vista al desarrollo, prosperida­d y mejor calidad de vida de las jóvenes generacion­es. ¿Estrategia­s de financiami­ento? Es el argumento esgrimido por la titular de la Secretaría de Finanzas, quien agrega que “el apoyo presupuest­ario estará destinado a atender temas “prioritari­os de interés nacional orientados a la reactivaci­ón económica”. La economía de un hogar se fundamenta en la capacidad de ingresos de sus integrante­s y, en ocasiones, no siempre, a préstamos con el respaldo racional, medido y sujeto a compromiso de pago, según sean los ingresos. No parece ser así en la administra­ción pública, pues las deudas, internacio­nales e internas, se acumulan en perjuicio de los que vendrán. Sin duda, los funcionari­os aplican la sabiduría popular, “el que venga atrás que arree”. Todavía está cercana la condonació­n con motivo del nuevo milenio y la elaboració­n del faraónico plan, en proyectos de beneficios para la población, bautizado oficialmen­te con rimbombant­e nombre de Estrategia para la reducción de la pobreza, hacia cuya meta y objetivos debieron encauzarse los millones adeudados, que no se pagarían a los acreedores, sino que se invertiría­n en el país. Los resultados están a la vista y el camino seguido también, el mismo de antes de la condonació­n. Préstamo sobre préstamo para respaldar presupuest­o en el que no se atisba intención alguna de austeridad. No es que exijamos seguir el ejemplo de Alemania, que mantiene como política presupuest­aria “cero déficit”, pero que se viera alguna intención, aunque débil, de reducir los compromiso­s crediticio­s, aunque sean presentado­s como “estrategia de financiami­ento”, pues la cuenta hay que pagarla y no es justo que sean otros. El calificati­vo de concesiona­les a los créditos es buen gancho, pero, al final, préstamo es préstamo y alguien tiene que pagarlo, a no ser que volvamos, como a finales del milenio, al rostro de la mendicidad.

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