Diario La Prensa

Cómo no ser un dinosaurio

"VÉANME BIEN, LES PEDÍ, SOY UN DINOSAURIO. Sí, UN DINOSAURIO EN PELIGRO DE EXTINCIÓN”.

- Jorge Ramos opinion@laprensa.hn

Las redes sociales estaban llenas de mentiras, exageracio­nes y supuestas declaracio­nes sin confirmar, y lo que faltaba era, sencillame­nte, buen periodismo.

La historia de la muerte de José José era mucho más complicada de lo que se pensó en un principio. Sus dos familias no se ponían de acuerdo en las cosas más básicas -como dónde enterrarlo- y por un par de días ni siquiera se supo con certeza en qué lugar descansaba­n temporalme­nte los restos del cantante. Asimismo, había muerto en Miami -donde vivió sus últimos 26 años-, pero sus fanáticos lo reclamaban en México para un homenaje póstumo en el Palacio de Bellas Artes, adonde nunca pudo cantar en vida (el éxito es la mejor revancha).

De pronto, la muerte de uno de los mejores intérprete­s de nuestros tiempos en cualquier idioma -y la verdad, estoy cansado de repetir y repetir eso del Príncipe de la canción- sacó a relucir las gigantesca­sdivisione­sculturale­squehayene­stados Unidos. Mientras millones de latinos cantábamos los himnos de José José con los que crecimos y nos enamoramos, el resto de Estados Unidos -el angloparla­nteno tenía ni idea de lo que estaba pasando.

¿Cómo explicarle a un estadounid­ense quien era José José? “Era nuestro Frank Sinatra”, me dijo mi amiga, la periodista María Antonieta Collins (quien además de ser especialis­ta en temas papales no canta mal las rancheras y se sabe la vida, obra y todas las canciones de José Rómulo Sosa Ortiz).

Es un grave error y de una gigantesca arrogancia creer que los mal llamados “periodista­s serios” -los que cubren política y asuntos internacio­nalesno deben meterse en asuntos de arte y espectácul­os. Al contrario, vengo de una maravillos­a tradición latinoamer­icana en que los artistas, pintores y escritores participan activament­e en la vida política de nuestros países. Basta recordar a Carlos Monsivais, Diego Rivera o Frida Kahlo, por eso en mis programas de televisión invito todas las semanas a artistas para hablar de política. Mi experienci­a es que sus opiniones suelen ser más libres y justas que las de los políticos tradiciona­les.

Así como en la temporada de huracanes en Miami sigo fielmente a un par de meteorólog­os para que me digan si debemos evacuar la casa, también tengo mi lista de reporteros de espectácul­os en quienes confío cuando ocurre una noticia, particular­mente cuando se trata de una nota tan compleja como la muerte de José José. Hasta el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien viaja en vuelos comerciale­s, se tuvo que meter para autorizar el uso de un avión de la Secretaría de la Defensa para llevar la mitad de las cenizas del cantante de Miami a México.

Bueno, todo esto ocurrió mientras se celebraba, también en la ciudad de Miami, la conferenci­a anual de la Sociedad Interameri­cana de Prensa (SIP). Y ahí, entre colegas, me tocó hablar sobre los retos del periodismo ante la verdad, el poder y la tecnología.

“Véanme bien”, les pedí, “soy un dinosaurio”. Sí, un dinosaurio en peligro de extinción. Lo que ocurre, les expliqué, es que exigirle a la gente que haga una cita diaria, a una hora específica, para que un noticiero le cuente lo que pasó en las últimas 24 horas es algo del pasado. Para ser relevantes, la tecnología nos obliga a estar presentes en las redes sociales y en la Internet a toda hora. La TV, radio y periódicos ya no bastan.

Pero más allá de esa constante presencia digital estamos obligados a reportar la realidad tal y como es, no como quisiéramo­s que fuera. Vivimos de la credibilid­ad. Si la gente no te cree cuando hablas, de nada sirve tu trabajo, y eso diferencia a un buen periodista de un influencer wannabe. No importa si hablas del juicio de destitució­n a Trump o de José José.

La filosofía de cualquier periodista que no quiera convertirs­e en un dinosaurio es esta: decir la verdad, cuestionar al poder y estar en las redes sociales. Esa es la vacuna para no desaparece­r de un clic o de un periodicaz­o.

Se trata de sobrevivir y surfear la revolución digital o, como sabiamente cantaba José José, “Espera un poco, un poquito más…”.

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