De la humildad al amor
"cuantas más propiedades
El mundo cree que un hombre, en la medida en que más propiedades posee, más señor es. Cuantas más posesiones dispone, en más zonas o territorios puede ejercer el señorío, más “señor” es; pero esto es una verdad aparente. Cuantas más propiedades tiene, más atado está: menos libre es, menos “señor”, porque cada propiedad que se siente amenazada le va a tironear al propietario gritándole: defiéndeme, y el propietario se turbará provocando energías agresivas para la defensa de las propiedades amenazadas.
Por lo tanto, un hombre cuantas más propiedades posea, más amenazado se va a sentir y, por consiguiente, más agresivo, más temeroso, menos libre, menos “señor”. Al final, propiedad y guerra son una misma cosa. Imposible el amor allá donde no hay humildad, allí donde los corazones no estén vacíos de sí mismos. Si el hombtre poseyera una sola hacienda, más libre se sentiría, y si voluntariamente se desposeyera de sus bienes, sería el hombre más libre del mundo.
Si los hombres están llenos de sí mismos, llenos de intereses personales, en sus relaciones cotidianas chocarán los intereses de los unos contra los de los otros, y entonces la hermandad saltará hecha pedazos. Donde había propiedades, tarde o temprano se hará presente la violencia.
Con otras palabras, cuando las personas se sientan amenazadas en sus ambiciones o en su prestigio personal, estos hermanos saltarán a la pelea, a la defensa de sus propiedades o ambiciones, y de la defensiva saltarán a la ofensiva, y allí se harán presentes las armas que defienden las propiedades: rivalidades, envidias, intrigas, sectarismos, acusaciones, en una palabra, la violencia, que acabará por desgarrar la túnica de unidad fraterna. Imposible el amor allá donde no haya humildad, o a la inversa, adonde hay un corazón vacío allí nace el amor.
Solo entre hermanos humildes y vacíos de sí puede concretizarse el imitar a Jesús. Si Dios es amor, donde está el amor, allí está Dios. Imposible el amor sin la humildad. P. Ignacio Larrañaga.