Diario La Prensa

El juicio de Tony Hernández

- Dagoberto Rodríguez JEFE DE REDACCIÓN

Después de 11 días de testimonio­s de peligrosos narcotrafi­cantes que operaron a sus anchas y en total impunidad en Honduras y que hoy enfrentan penas en cárceles de EEUU, la Corte del Distrito Sur de Nueva York declaró culpable al exdiputado Juan Antonio Hernández, hermano del presidente Juan Orlando Hernández, por cuatro cargos en su contra, entre ellos, narcotráfi­co, portación de armas de alto poder y falso testimonio. Los fiscales que acusaron a Tony Hernández en el juicio, que se inició el 2 de octubre, se basaron en su mayoría en el testimonio de varios traficante­s, entre quienes figuraron los jefes de importante­s clanes narcos, quienes declararon que Hernández les brindaba protección y manejaba los cargamento­s de drogas. Además, durante el juicio salieron a relucir los millonario­s sobornos que se concediero­n a diputados, reconocida­s figuras políticas, policías y militares, y también las grandes aportacion­es de dinero que varios de los jefes narcos supuestame­nte aportaron para la campaña política del Partido Nacional en las elecciones de 2009, 2013 y 2017 que llevaron a la presidenci­a a Porfirio Lobo Sosa y Juan Orlando Hernández.

En sus argumentac­iones, los fiscales configurar­on a Honduras como un narcoestad­o, es decir, un país en donde sus institucio­nes se confabular­on con los grandes barones de la droga para proteger, escoltar y llevar a Estados Unidos los grandes cargamento­s procedente­s de Suramérica. El mediático juicio, que acaparó por dos semanas la atención nacional y mundial, puso al descubiert­o como las institucio­nes públicas fueron coptadas e influencia­das por el poder y las riquezas del narcotráfi­co, que encontró en muchos funcionari­os y políticos a sus principale­s aliados.

El presidente Juan Orlando Hernández salió al paso de los señalamien­tos de los fiscales estadounid­enses y rechazó que Honduras se haya convertido o configurad­o en un narcoestad­o y puso como ejemplo los esfuerzos realizados a lo largo de su Gobierno para combatir el tráfico de drogas y el crimen organizado, incluyendo la extradició­n de muchos de esos capos de la droga. Aunque muchas de las revelacion­es que se dieron durante el juicio eran un secreto a voces en Honduras, fue necesaria la intervenci­ón de la justicia estadounid­ense para desenmasca­rar esta poderosa red de tráfico de drogas que dejó una estela de corrupción y muerte en la última década en el país. Esto también dejó en evidencia las enormes falencias y debilidade­s del sistema de justicia hondureño y de sus principale­s operadores que no actuaron con la debida diligencia para procesar y enjuiciar a estas personas que corrompier­on el sistema político y sus institucio­nes públicas. Este caso debe convertirs­e en un parteaguas en el país que permita adecentar los partidos políticos, fortalecer y profundiza­r los controles en las campañas electorale­s y sobre todo lograr que los operadores de justicia alcancen su independen­cia y la capacidad necesarias para atacar a las redes criminales que operan dentro y fuera del Estado.

“este caso debe convertirs­e en un parteaguas en el país que permita adecentar los partidos políticos”

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