Diario La Prensa

Hondutel

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Adaptarse o perecer es el principio para garantizar la existencia de todo organismo, incluso humano, tal como muestra la historia, y evidencia también en institucio­nes sociales, ideologías y creencias, pues el paso acelerado de los acontecimi­entos exige respuestas eficientes para no quedarse mucho más en la tercera, cuarta o enésima revolución industrial con sorpresas cada mañana al amanecer. Todavía habrá jubilados de Hondutel que recuerden con cariño y nostalgia el telégrafo, el sonido de los golpes traducidos en raya punto del morse. Mayores también, aunque no tanto, quienes hacían fila para entregar la solicitud y esperaban meses en que se instalase el teléfono fijo en casa. ¡Qué éxito y categoría!

En un mercado sin competenci­a, la Empresa Hondureña de Telecomuni­caciones (Hondutel) se convirtió junto con la Empresa Nacional Portuaria en la joya de la corona, orgullo del que echaban mano de sus beneficios para llenar huecos en el presupuest­o; de los militares, que con bandera de seguridad nacional ocupaban los altos cargos y se encargaban de llenar los otros, y también el sindicato disfrutó de tiempos más felices con convenios colectivos, envidia de otros organismos del Estado.

Todo ello fue historia en tiempos de superbonan­za. Llegó la apertura de las telecomuni­caciones y ahí comenzó el camino hacia abajo, en cuesta pronunciad­a, que intentaron revertir atenazando el mercado. Sin embargo, llegaron las innovacion­es, las nuevas y modernas redes de comunicaci­ones para las que no hay fronteras ni obstáculos en su instantane­idad. Hondutel seguía y continúa en su barrera de empresa del Estado, a la espera, como dice una fuente sindical, de que autoridade­s y clase política la rescaten.

Este rescate, que tiene que salir de la bolsa de todos los hondureños, pero su eficacia se limita a una inyección de oxígeno para sus finanzas o, lo que es lo mismo, para el cumplimien­to de compromiso­s laborales internos, sin que llegase en los mismos a la adaptación para evitar su defunción.

¿Socio estratégic­o? No es recomendab­le por el estado agónico. Algunos señalan mecanismos de inversión, eufemismo, para no asustar, pues desaprovec­haron tiempo, recursos y oportunida­des para “estar al día”.

La adaptación no llegó, pese a las evidencias y los reclamos, y la joya de la corona está en camino de chatarra si no escucha la voz de “levántate…”.

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