La cobija
Por los vientos que soplan es la expresión común para deducir de un presente adverso un futuro cercano difícil que no se debe ignorar y, mucho menos, eludir con un discurso barato cuando todo apunta a lo que se teme. En el ámbito de las finanzas y la economía es evidente este fenómeno que, pese a sus consecuencias, es sometido a las condiciones políticas y los vaivenes de los mercados internacionales.
En las próximas semanas, las cuentas del Estado para el próximo año llegarán al pleno del Congreso y no será juicioso ni responsable apelar a la disciplina de partido para abrir las puertas del gasto al Ejecutivo si no hay claridad y aproximación certera a los ingresos que respaldarán y justificarán el uso de los recursos en bien de todos.
El sector privado se ha hecho escuchar y desde el ámbito oficial hay coincidencia al apuntar directamente a la necesidad de reducir el gasto corriente, succionador innecesario e inútil de una buena tajada del Presupuesto, para aliviar la carga fiscal, estimular la inversión, privada y pública, que favorezca la creación de empleo y atender las necesidades fundamentales del pueblo hondureño.
Las reiteradas advertencias sobre la desaceleración o contracción de la economía nacional por las adversas condiciones internas y las señales externas condicionadas por pleitos comerciales de las potencias hacen que el horizonte no se vea despejado, por lo que es más saludable estar preparados para la tormenta no con aumento de la deuda externa con créditos internacionales, por muy blandos y favorables que se presenten, sino socando la faja en un gasto a galope en las administraciones.
La explicación más simplona es “fiscalmente responsable” en contradicción con los vientos que soplan, sentidos con la caída de 4,500 millones de lempiras en octubre que se envolverán, como en papel de regalo, con las compras navideñas; pero no llenarán el hueco del déficit fiscal que será sellado artificialmente con la ayuda externa al Presupuesto, convertida en pan para hoy hambre para mañana tal, y como se refleja en el pago el próximo año de más de mil millones de dólares en obligaciones internacionales.
Hay que arroparse hasta donde alcanza la cobija, también el Gobierno, pues cada vez que estira de ella deja más desarropada a la mayoría de la población. La imagen de dulce sueño y mejor vida es para una minoría que anualmente halla en el Presupuesto Nacional seguro y sustancial ingreso con un gasto que no merece el calificativo social de “corriente”.