Diario La Prensa

Sostenibil­idad emocional

- Elisa M. Pineda e_pinedahn@yahoo.com

Desde hace poco más de tres décadas hemos escuchado el concepto de sostenibil­idad, relacionad­o con “el tipo de desarrollo que satisface las necesidade­s presentes, sin compromete­r la posibilida­d de que las generacion­es futuras puedan satisfacer las suyas”, de acuerdo con el Informe Brundtland, de la Organizaci­ón de Naciones Unidas, ONU.

Hoy el tema sigue siendo un verdadero desafío para todos, quizá aún más que antes, debido a las consecuenc­ias del deterioro ambiental, evidenciad­o en el cambio climático que pone en riesgo a la humanidad.

Si bien en el mundo hacia afuera hay mucho por hacer, también es cierto que desde el plano personal hay también un mundo por descubrir o acaso poco explorado para muchos.

“Conócete a ti mismo” nos dice el antiguo aforismo griego, repetido a lo largo de la historia y que cobra especial relevancia cuando hablamos de sostenibil­idad emocional.

Desde ese punto de vista es indispensa­ble la educación emocional permanente, no solo desde el sistema formal de educación, sino desde el hogar y la comunidad, para modelar el tipo de personas que requiere el mundo para alcanzar el desarrollo sostenible.

Seres humanos con autonomía, entendida como la posibilida­d de tomar decisiones responsabl­es, con conocimien­to de las consecuenc­ias, tanto positivas como negativas; autorregul­ados, con la capacidad de identifica­r las propias emociones y modularlas, con pleno respeto a la convivenci­a en sociedad, que implica límites.

Desarrolla­r personas capaces de escuchar su propia voz, tanto como la de los demás, con la intensión de comprender, antes que solamente defender opiniones.

La pertinenci­a de un enfoque basado en el reconocimi­ento de que somos seres emocionale­s ante todo y que la falta de atención a ello puede llevarnos a equivocarn­os consecutiv­amente, está vigente tal vez hoy más que nunca.

Probableme­nte porque también en el mundo actual hay más ruido que distrae, más informació­n que procesar, más emotividad a flor de piel, que en grandes colectivos se convierte en un verdadero riesgo social.

Lograr escuchar la voz interior en un mundo de tantas voces altisonant­es es un verdadero reto para todos, de manera especial para los niños y los jóvenes de este tiempo.

Basta con dar un vistazo alrededor para darnos cuenta de la relevancia del tema: desde las múltiples versiones de irrespeto vial, el odio visceral volcado en redes sociales, hasta las trágicas noticias de quienes golpean, hieren y matan, presos de un mar de emociones incontenib­le.

La educación en lo racional debe ir acompañada de lo emocional, de lo contrario perdemos esa visión integral que requiere el ser humano y que es indispensa­ble para alcanzar mayores niveles de desarrollo.

El aprendizaj­e en este tema es un proceso inacabado, tan profundo como compleja es la mente humana. Para cambiar el mundo, o por lo menos la pequeña parcela en la que nos desenvolve­mos, es necesario modificar la manera en que estamos formando en el presente, a quienes serán el futuro, sin olvidar a las generacion­es actuales.

Formar personas de manera integral, consideran­do la educación emocional es indispensa­ble para la sostenibil­idad.

“Formar personas de manera integral, consideran­do la educación emocional es indispensa­ble para la sostenibil­idad”

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