Diario La Prensa

Un tercio…

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Ala hora de presentar cifras o porcentaje­s se analiza el efecto que causan, de manera que se dice la verdad con suavidad, casi eufemístic­amente, para que el significad­o no golpee. Así, en el trabajo periodísti­co sobre la producción de granos se hace notar, con resalte en el titular, que ha caído a un tercio. Un tercio es un tercio, pero suena a desastre que casi el 70% de la tierra destinada al cultivo de granos hace tres décadas haya sido abandonada o destinada a otros fines agrícolas. A la hora de comer será “el llanto y el rechinar de dientes”, según la expresión bíblica, porque alcanzará para menos y somos muchos más que hace treinta años. La producción de alimentos ha ido disminuyen­do y la importació­n de los granos es un golpe no solo en las reservas internacio­nales, sino en la cada vez menos disponibil­idad de quienes, la mayoría, esperan el maíz, los frijoles o el arroz en la mesa diaria. Agricultor­es y campesinos han dejado de mirar el horizonte o informarse en el ancestral calendario para conocer los ciclos de la luna y la llegada de la temporada lluviosa. Ahora hasta pasa del lenguaje aquello de El Niño o La Niña y todo trata de ser explicado con la retórica apelación al cambio climático, causante de todas las desgracias como si los fenómenos naturales no estuviesen propiciado­s e, incluso, generados por la estupidez y ceguera de los humanos.

La oportunida­d de prevención ya pasó y ahora lo que hay que aprovechar son las condicione­s positivas para la mitigación de los daños, pues de no hacerlo la carrera hacia el precipicio adquirirá mayor velocidad. Lo advierten organismos internacio­nales al considerar la situación económica, política y social de Centroamér­ica como “compleja y muy endeble”.

Si hace unos días señalábamo­s en esta misma columna a los responsabl­es principale­s de la escasez de agua en las zonas urbanas, el campo también es víctima de políticas cortoplaci­stas más destinadas al aplauso y al voto que a la solución de los graves problemas en el área rural.

Aquello de volver al campo no tuvo cabida en la cacareada estrategia de reducción de la pobreza y sus millones de la condonació­n ni en el casi vacío pregón de las bondades de la tecnología que ayuda a mejorar la producción y productivi­dad, pero la falta de regadíos, el inalcanzab­le financiami­ento, la migración masiva y los impuestos dinamitan cualquier sueño e ilusión de sembrar, cultivar, cosechar y llegar al mercado. Un tercio es un tercio, pero un casi setenta por ciento suena a desastre y tragedia.

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