Movilidad social y migración
Buscarán pasar a como dé lugar, aunque esté en riesgo la vida misma. Esa es la percepción que genera ver las múltiples imágenes y videos de miles d eh ondureñ os que en caravanas o en grupos pequeños buscan un futuro diferente lejos de Honduras. La desesperanza parece que es más fuerte que cualquier argumento disuasivo.
Pero no solamente están las caravanas, hay otro tipo de flujo migratorio, en otras condiciones, de quienes se van a Europa, con España como destino principal, pero no único, y que no es tan mediáticamente visible.
¿Por qué se van? La respuesta tiene múltiples aristas, pero quizás hay una que pueda reunir varias de ellas: la escasa posibilidad de movilidad social.
En el Índice de Movilidad Social Global del Foro Económico Mundial (WEF) Honduras ocupa el lugar 74 de 82 países analizados, en las áreas de salud, educación, acceso a la tecnología, oportunidades laborales, protección social e instituciones inclusivas, de acuerdo con información publicada hace pocos días.
Esto significa que en promedio, una familia podría necesitar más de nueve generaciones para que sus descendientes puedan tener una vida mejor que la que tuvieron sus padres, señala el análisis de la información. La certeza de que nada va a cambiar a corto plazo y que no veremos pronto cambios sustanciales en Honduras, parece ser lo que más empuja a emigrar.
Esa convicción se refuerza con la creciente desconfianza, con la percepción de que todo está perdido, especialmente cuando la corrupción parece ganar no una, sino muchas batallas, a ojos vista de todos.
No solamente hay desencanto, también hay una enorme desesperanza y, por otro lado, una autoestima nacional débil al ver nuestro reflejo colectivo. Creer es un verbo que poco se conjuga en Honduras, a excepción de cuando nos encomendamos a Dios. Mientras no existan cambios reales especialmente en los dos pilares del desarrollo humano: salud y educación, poco podrá cambiar la movilidad social, y para muchos, especialmente los que se encuentran desde ya en condiciones socio económicas muy desfavorables, no alcanzará la vida para experimentarlos.
Nuestra gente seguirá buscando irse, mientras no haya un abordaje decidido a la causa raíz de las malas condiciones de vida. La corrupción que se roba las posibilidades de ofrecer a la población una verdadera vida mejor.
Los programas y proyectos que atienden situaciones solamente inmediatas y que fortalecen la posición paternalista del Estado posiblemente sean solamente paliativos. Confites en el infierno, en otras palabras.
Mientras la percepción de la corrupción se fortalezca, así como la convicción de que nada va cambiar de manera sostenida en el tiempo, la situación no mejorará.
Por eso se van, por el presente, pero sobre todo por la expectativa de un futuro sombrío, especialmente en un país en el que envejecer es grave para muchos, de manera particular para quienes no han tenido acceso a educación y las dificultades que eso supone para obtener empleo, conforme van pasando los años y decaen las habilidades físicas requeridas para los trabajos a los que habría acceso.
Es dura la tarea para el gobierno, de intentar incidir en esas percepciones y convicciones, cuando el mensaje que recibimos a través de los hechos, no es congruente con el discurso. Quizás su mejor aliada sea la cooperación internacional para el desarrollo, en ella podría estar la esperanza que necesitamos recuperar. Ojalá así sea, para quienes a pesar de todo, aún creemos en Honduras.
“Esto significa QUE En promedio, Una familia podría necesitar más de NUEVE generaciones para QUE sus descendientes puedan TENER Una vida mejor QUE La QUE tuvieron sus padres”