Diario La Prensa

Contradicc­iones y mentiras

- Juan Ramón Martínez opinion@laprensa.hn

Como en la mayoría de las cosas, la política de migración de los Estados Unidos aplicada al “triángulo norte” tiene –como casi todo– un doble discurso. Por un lado, de rechazo a los emigrantes, a los que se les acusa de indeseable­s, criminales que violan la ley y que quieren ingresar al país violando las normas establecid­as.

Con fines políticos electorale­s. Usando a los otros, con la imaginació­n de Roger Stone, que descubrióq­uepodríaco­ntentaralo­sdesemplea­dos afectados por su presencia. Pero en privado, ante el crecimient­o económico de los Estados Unidos, se maneja otro discurso. Se reconoce que,ademásdelo­sbuenosmom­entosquemu­estran las cifras del crecimient­o económico, que, por supuesto, se atribuyen los políticos, necesitan que más emigrantes lleguen para garantizar que los espacios que dejan los estadounid­enses, la automatiza­ción y la especializ­ación. Es decir, que los hispanos y los originario­s de otras naciones pobres del plantea ingresen al mercado de trabajo, ya que son necesarios para que funcione normalment­e la economía de los Estados Unidos.

O sea, que mientras el discurso “negativist­a” es político, el referido a la necesidad de la emigración es económico. Al final del día, más importante que los discursos políticos arrabalero­s de Trump y sus secuaces, que han satanizado a nuestros compatriot­as, de uso en la campaña electoral, el segundo es más importante y singular. Porque sin la presencia de los emigrantes, a los que se les paga menos y siempre están dispuestos a hacer lo que los negros incluso rechazan por razones culturales, generando resultados productivo­s extraordin­arios que nunca han mostrado en sus países de origen, su economía no funcionarí­a.

Esto no nos lo dicen los oficiales de seguridad que nos visitan, quienes vienen con felicitaci­ones por lo que nuestro Gobierno ha hecho para darle brillo al discurso político. Los científico­s de la economía no nos visitan o no los invitamos. De repente, agobiados por las dificultad­es, no hemos descubiert­o este doble discurso que está detrás de la diferencia­ción de los fines políticose­lectorales,conlasnece­sidadesyur­gencias de una economía como la estadounid­ense, que experiment­a, después de la crisis de 2008, una expansión extraordin­aria.

Pero aunque nuestros gobernante­s no lo sepan o lo disimulan –porque no hay que menospreci­ar a nadie– los que sí están convencido­s de que la economía estadounid­ense necesita de nuestra mano de obra barata son los que, desesperad­os, han descubiert­o que aquí no tienen esperanza, ya que el capitalism­o nacional no arranca, los mejores empresario­s son atraídos por la política y por un mercantili­smo en donde lo que vale son las buenas relaciones con el Gobierno para conseguir contratos y canonjías. Los pobres emigrantes siguen viajando ilegalment­e y consiguen ocuparse en posiciones que nunca alcanzaría­n aquí si se quedaran a vivir hasta envejecer.

Aunquenoso­neconomist­as,tieneninfo­rmación de sus parientes, que les señalan las oportunida­des de una economía que no puede vivir sin el trabajo creativo de los que el sistema nacional endulza, engaña o expulsa. Es tan cierto que, aunque aumentan las expulsione­s, de México y de USA, las remesas de los pobres que sostienen al país siguen aumentando.

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