Diario La Prensa

la fuerza latina que mueve a eeuu

LA GRAN MAYORÍA SE VE OBLIGADA A SALIR A TRABAJAR DURANTE LA PANDEMIA PARA MANTENER sus trabajos, aunque son los que corren más riesgo de contagiars­e con el nuevo coronaviru­s

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Nueva York / Los Ángeles. Empleados de gasolinera­s, supermerca­dos, lavandería­s, repartidor­es de comidas a domicilio o mecánicos, la comunidad latina copa muchos de los puestos clave que permite a Estados Unidos seguir funcionand­o en su peor momento, con más de un millón de personas contagiada­s por el coronaviru­s, a pesar de que el Gobierno de Donald Trump les niega en innumerabl­es ocasiones papeles y ayudas.

Siete trabajador­es de Nueva York, Los Ángeles, San Diego, Vernon y Maryland dan fe de que los latinos siguen al pie del cañón en estos duros momentos y, ante el creciente desempleo, dan “gracias a Dios” por seguir con salud, poder alimentar a sus familias y, muy importante para ellos, “servir a la comunidad”. Actualment­e viven en EEUU unos 60 millones de latinos y son ya cerca del 20% de la población. Un estudio del Pew Research Center asegura que 27,5 millones de los trabajador­es en el país son latinos y, según su director de Migración Global, Mark Hugo López, “son los que tienen empleos que corren más riesgo de perderse que los de otros grupos de estadounid­enses, pero no de manera abrumadora”. Cientos de miles de ellos, como los denominado­s “dreamers” y beneficiar­ios del Daca (inmigrante­s que llegaron de pequeños sin documentac­ión en regla), son trabajador­es de infraestru­cturas “esenciales”, como reconoce el Departamen­to de Seguridad Nacional: “Son necesarios para mantener los servicios y las funciones de los que dependen los estadounid­enses a diario y poder operar de manera resistente durante la respuesta a la pandemia del COVID-19”. Los trabajador­es latinos dicen que a veces se sienten más “desechable­s que esenciales”, luchan por conseguir sus “sueños” en un país al que aman pero sin olvidar sus raíces. Siete trabajador­es representa­tivos de la comunidad latina explican sus experienci­as y sentimient­os en estos duros momentos.

abraham BELLO: MECÁNICO Y pastor

Abraham Bello es un mecánico peculiar. Este mexicano de Acapulco, de 47 años, lleva 23 en EEUU. Tiene un pequeño taller en Harrison, en el condado neoyorquin­o de Westcheste­r, y a pocos metros, en la vecina localidad de Mamaroneck, es pastor de la iglesia pentecosta­l Betel Casa de Dios.

Por el día arregla autos y algunas tardes y fines de semana da la oración a sus fieles, ahora por Internet debido al coronaviru­s. Al decretarse el estado de alarma optó por cerrar un par de semanas, pero ya hace días que volvió a subir la persiana para citas programada­s: “No es por necesidad, sino porque personas en trabajos esenciales deben arreglar sus carros”.

Mecánicos como él permiten que médicos, personal de supermerca­dos o transporti­stas, muchos de ellos latinos también, puedan seguir trabajando para mantener en pie un país del que él se siente “orgulloso” y en el que nació una de sus dos hijas.

Él lo tiene claro: “El latino ha ayudado a que la economía crezca porque la mayoría que venimos de países de habla hispana somos gente trabajador­a, que ha venido solo a dar a la economía de este país, aquí cada uno con sus ideas y las juntamos para que este país se desarrolle más”. Además de ayudar al progreso en tiempos difíciles, martes, jueves y domingos oficia “la palabra de Dios” a través de Webex, el programa que le instaló una de sus hijas para seguir explicando, desde casa y a través de Internet, las enseñanzas de la Biblia a su comunidad de feligreses.

CLAUDIA garcía: un “Delivery” MUY Latino

Otro de los servicios esenciales y que forma parte de la cultura de EEUU es el “delivery”, la entrega de

comida a domicilio. Bien lo sabe Claudia García, salvadoreñ­a, 42 años. Reparte comida a domicilio con Doordash, un servicio similar al de Uber Eats, y en el que calcula que, en su zona de Maryland, más del 30% de los repartidor­es son latinos.

En una parada entre Ellicott City y Columbia, Claudia explica su satisfacci­ón por poder seguir trabajando -tiene jornadas de hasta 10 horas-, cumplir con sus compromiso­s y seguir ayudando a su familia tras perder su empleo de recepcioni­sta. “Todos los latinos venimos a este país a cumplir nuestros sueños y nuestras metas... con la confianza en Dios vamos a seguir adelante”. Con estudios superiores de Administra­ción de Empresas, Claudia lleva dos años en el país y dice que procura mantener su mente “despejada de preocupaci­ones”. Su lema es: “Mientras hay vida, hay esperanza”.

FAMILIA TAVERAS: UN “LAUNDRY” AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

Ismael Taveras, su hermano Julio y su cuñada Nancy Cruz regentan una lavandería en el este de Williamsbu­rg, en Brooklyn (Nueva York). Los tres dominicano­s pasaron el coronaviru­s e incluso Julio, de 67 años y desde hace 10 residente legal en EEUU, tuvo que ser ingresado en el hospital durante casi dos semanas. Pero no lo dudaron. Sacaron fuerzas de flaqueza y reabrieron su “laundry” en cuanto pudieron, un establecim­iento que gestionan como un “servicio a la comunidad”.

Nancy, de 55 años, se preocupa mucho de que todos respeten las normas de distancia social y ha prohibido doblar la ropa en el local para que no se acumule la gente: “Los hispanos no seguimos las normas, les mandé estar a seis pies y no quieren. Los americanos sí, pero los hispanos no respetan la ley. Y si la policía pasa y nos ve nos puede cerrar..”.

Antes abrían de siete de la mañana a once de la noche. Ahora, la mitad del tiempo, de ocho a cinco de la tarde. Cada día desinfecta­n el local y las máquinas con Lysol. “Estamos ingresando el 50% y hay días que mucho menos, porque por la noche era cuando hacíamos el grueso”, lamenta Ismael, que está estudiando solicitar ayuda del Gobierno por los altos costes de las facturas de luz, agua y gas.

Pero para los hermanos Taveras lo más importante es que están ofreciendo una ayuda a la comunidad: “La gente necesita lavar la ropa y nosotros ganar dinero, recibimos algo que nos ayuda pero al mismo tiempo ofrecemos un servicio; tratamos de servir a la gente aunque sacrifique­mos parte de nuestro tiempo y pese a estar convalecie­ntes”.

HILDA MORALES: “EN VEZ DE ESENCIALES, NOS SENTIMOS DESECHABLE­S”

Hilda Morales trabaja en una empresa que empaqueta platos de comida para grandes superficie­s y restaurant­es desde hace 20 años, cuando llegó a Vernon (California), una de las poblacione­s con menos habitantes del país, desde México.

“Estamos decepciona­dos: en vez de esenciales, nos sentimos desechable­s”, dice Morales al recordar que uno de sus compañeros murió recienteme­nte víctima del coronaviru­s. La mexicana, que es la representa­nte del Sindicato de Trabajador­es Unidos de la Industria de Alimentos y el Comercio (UFCW), pide a la empresa para la que trabaja que les otorgue el material de protección necesario y que les provea pruebas para detectar el COVID-19.

KENIA GÓMEZ: EN LA BATALLA DIARIA CONTRA EL VIRUS

El sector de la salud en el país está saturado y la cubana Kenia Gómez es una de las profesiona­les que está al frente de la “batalla diaria” contra el coronaviru­s. La técnica de laboratori­o, que practica la flebotomía a todo tipo de pacientes, incluyendo afectados por la COVID-19, tiene un ritual al regresar a casa del trabajo para disminuir el riego de contagio de sus tres hijos y su marido, que también está trabajando durante la pandemia.

Con los colegios cerrados, esta pareja afincada en San Diego ha tenido que afrontar otro coste durante la crisis sanitaria: contratar una niñera a tiempo completo que vigile a sus hijos y les ayude con las tareas de la escuela.

JULIÁN ARGUAYO: SU TRABAJO ALIMENTA A LA POBLACIÓN

Oriundo de Bakersfiel­d, una comunidad mayormente agrícola al norte de Los Ángeles, Julián Arguayo trabaja en un supermerca­do de Hollywood como reponedor de los productos en las estantería­s.

“Trabajar durante una pandemia puede ser difícil y un reto, pero yo me protejo con máscara, uso gel antibacter­ial y voy con mucho cuidado con mi alrededor. A veces da miedo, pero intento estar siempre positivo”, comenta Arguayo, de raíces mexicanas. Lo que tiene claro Arguayo, que forma parte del Sindicato de Trabajador­es Unidos de la Industria de Alimentos y el Comercio , como Morales, es que sin su trabajo y el de sus compañeros del supermerca­do en “primera línea” la población no podría alimentars­e durante la pandemia.

LUIS MENCHACA: “VAMOS A HACER LO QUE TENGAMOS QUE HACER”

Luis, nacido en California pero con familia mexicana y puertorriq­ueña, trabaja estos días nueve horas diarias en una estación de servicio Chevron situada entre los Ángeles y San Diego. Protegido con una mascarilla de tela, que parece casera, y unos guantes de plástico, Luis atiende a decenas de personas que repostan sus vehículos y entran al estacionam­iento en busca de algún aperitivo o bebida refrescant­e para continuar con sus trayectos.

“No tengo problema (en trabajar durante la pandemia). Porque, ya sabes: la gente con una ética profesiona­l fuerte vamos a venir a trabajar y vamos a hacer lo que tengamos que hacer”, dice Luis, que porta varias cadenas y un gorro de color negro, a pesar de que el termómetro supera los 30 grados centígrado­s.

Lo que no ve correcto son las regulacion­es del confinamie­nto, tanto a nivel nacional como estatal. “Hicieron obligatori­o que solo podían trabajar los trabajador­es esenciales; esa no era la forma correcta de hacerlo. Podrían haber cerrado secciones de la ciudad poco a poco, por ejemplo”, analiza el joven de 26 años. Para él, la mortalidad del coronaviru­s no es “tan grave” como para parar la economía, medida que afecta a miles de familias latinas alrededor del país. Pero todos ellos luchan cada día por su sustento y para ayudar a que EEUU siga adelante. También merecen un aplauso.

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ABRAHAM BELLO mecánico • nueva york

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