Diario La Prensa

SPS: se desata la fiebre por el oro en río de Cofradía

Mujeres, sus hijos y esposos trabajan bajo un sol abrasador excavando y lavando arena en busca del metal precioso La mayoría de los buscadores no tienen trabajo

- Roxana Rodríguez roxana.rodriguez@laprensa.hn

SAN PEDRO SULA. Sandra Jamileth Tábora es una mujer de 41 años que llegó al río Manchagual­a junto con su esposo y sus cinco hijos con la esperanza de encontrar pepitas de oro que luego venderían para sustento del hogar.

Tábora, aunque padece de cáncer, pasa todo el día junto a su prole colando arena en busca del precioso metal. Para ella y su esposo este trabajo no es nuevo, pues a eso se dedicaban en Santa Bárbara, de donde son oriundos.

Hace varios años, el esposo de Sandra encontró oro en el río Manchagual­a y de eso sobrevivió la familia durante un tiempo.

Hace exactament­e un mes, el esposo de Sandra y un amigo volvieron a encontrar metal dorado en el río, a la altura de la colonia 9 de Mayo, y eso despertó la fiebre por el oro en decenas de pobladores. Al principio los que llegaban a buscar oro no sabían cómo hacerlo, pero al ver a los que se han dedicado a esa actividad por años, aprendiero­n y ahora excavan a las orillas del río y luego lavan la arena

Para el proceso de lavar la arena estaban utilizando pailas plásticas, pero como es más lento improvisar­on cajones de madera con una rejilla que colocan en el cauce del río, lo que les permite ser más rápidos. “Hoy no hemos encontrado nada, no vamos a comer”, comentó un hombre de 60 años, quien no tiene trabajo, pero con esperanzas de encontrar oro. Sandra Jamileth encontró una décima de gramo luego de varias horas de trabajo, la cual venderá a 50 lempiras. La mayor cantidad que han encontrado los buscadores más experiment­ados son dos gramos, que venden a 600 lempiras cada uno en alguna joyería de San Pedro Sula.

Cada mañana, familias enteras llegan al río. Mientras unos hacen las excavacion­es en los bordos del afluente, otros cargan arena en sus pailas plásticas y los demás se encargan de buscar minuciosam­ente en

la arena que están lavando las pequeñas pepitas de oro. Entre el grupo de buscadores de oro, se observan muchas mujeres y niños que pasan todo el día en el río, bajo el inclemente sol de mayo. Las primeras porque no tienen trabajo y los segundos porque no están recibiendo clases debido a la emergencia causada por el COVID -19.

“Mi esposo trabaja en una maquila donde solo le están pagando la mitad. Eso apenas ajusta para pagar las deudas porque no nos dejan de cobrar, así que esperamos encontrar oro y venderlo para poder alimentar a los niños”, dijo una de las mujeres que cargaba a una niña de tres años.

Para alrededor de las cien personas mayores que buscan oro en el río Manchagual­a esta labor se ha convertido en un trabajo diario, pues si logran encontrar el metal saben que tendrán comida en sus hogares. Por la carencia de agua que hay en Cofradía, muchas personas aprovechan su estancia en el lugar para lavar ropa. Aseguraron que no temen contagiars­e de COVID-19 porque trabajan a cierta distancia una persona de otra; además, “nos puede más el hambre, porque no tenemos trabajo y si hallamos oro garantizam­os que tendremos comida”, según comentaron sin detener la faena del día.

El río Manchagual­a nace en la cordillera de El Merendón y se convierte en un afluente del Chamelecón en el sector de Cofradía, donde habitan más de 100,000 personas.

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