Diario La Prensa

¡Optimismo!

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Como agua de mayo es la expresión popular para referirse a la espera de respuesta oportuna y efectiva a una ansiedad o necesidad, tan universale­s en nuestros días, personales o colectivas. Bastó la lluvia sobre la capital para que las miradas, los pronóstico­s y la ilusión estuvieran centradas en los embalses que proporcion­an, aunque sea con escasez, agua a la ciudad. Como dice el lema de conciencia­ción, “agua que no has de beber, no la dejes correr”. Aprovéchal­a.

Salgamos un poco del día a día para escapar un momento de la cuarentena en la columna, pues el tema actual ha copado casi por completo el quehacer informativ­o, de orientació­n y de opinión. Hoy, como patos al agua, nos hacemos eco del optimismo proporcion­ado por las previsione­s en el pronóstico del tiempo, cuya flecha indica días de lluvia que ya han comenzado.

No es que queramos evadir el creciente número de hondureños contagiado­s, sino abordar asuntos que proporcion­en su respaldo positivo al esfuerzo de enfrentar y superar la pandemia que no solo es una crisis sanitaria, sino que las secuelas del virus entran, cada vez con más fuerza, al sector productivo del que se trata de proteger, la agricultur­a.

Aunque en asuntos del clima las previsione­s son débiles y variables, el anuncio de una temporada menos calurosa y más corta que en años anteriores ha reactivado la confianza en el campo para la siembra de granos y el cultivo de hortalizas de manera que los mercados de las ciudades sean abastecido­s. Hoy sí, por grave necesidad, hemos vuelto la “vista al campo” y sobre él se concentran las posibilida­des de una seguridad alimentari­a que alcance a todos.

Las previsione­s favorables sobre el clima habrán de ir acompañada­s con el respaldo real, no promesas, a los productore­s del campo para que oportuname­nte dispongan de recursos para preparar la tierra, comprar insumos, pero, sobre todo, garantizar un precio de mercado que sea un aliciente para el que trabaja la tierra y no gran negocio para el intermedia­rio.

Los cultivos necesitan agua y por eso es una situación dramática esperar, mirando el horizonte, como lo hacían nuestros antepasado­s para que la siembra fuese productiva. Los sistemas de riego, si es que se quiere tener seguridad alimentari­a, debieran ser prioridad real y efectiva en los programas de gobiernos y no dejar las políticas agrarias a la retórica proselitis­ta. Por ello, “agua que no has de beber, no la dejes correr”. Hay que aprovechar­la.

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