Confinamiento fructífero
Una de las preguntas a la que más se ha buscado respuesta en las últimas semanas tiene que ver con el provecho que podemos sacar de ellas, si es que se puede. Yo, particularmente, estoy convencido de que, como a tantas circunstancias complicadas de la vida, sí se le puede sacar provecho, y mucho.
En este encierro relativo se da una serie de situaciones particulares que, muy difícilmente, se presentan en la cotidianidad típica que acostumbramos a vivir, en la que escasea el silencio y en la que, ordinariamente, nos atropellamos a nosotros mismos y atropellamos a los que nos rodean. En mi caso, tal vez sea más fácil, si se toma en cuenta que de mis seis hijos ya solo dos viven con mi esposa y conmigo, y que los cuatro que quedamos en casa tenemos cosas que hacer, de trabajo o de estudio, de modo que, aunque hay comidas juntos y convivimos en una bastante aceptable armonía, no nos interferimos y procuramos respetar el espacio y el tiempo de los demás.
Lo anterior permite disfrutar de ratos de silencio francamente valiosos que no solo producen serenidad y paz, sino que, además, nos brindan la oportunidad de reflexionar, de ir a lo esencial, de mirar más hacia dentro.
El ruido ha sido siempre un notable distractor que impide pensar y que nos mantiene en la superficie de la existencia. Una de las cosas buenas de este distanciamiento social obligatorio es, pues, poder disfrutar de ese silencio que nos introduce en ámbitos íntimos que favorecen el autoconocimiento y nos invitan a hacernos propósitos de mejora integral.
Este confinamiento puede ser una especie de metamorfosis, así como los gusanos se encierran para ganar en fuerza y belleza deberíamos proponernos crecer hacia dentro, para salir, cuando toque, llenos de ilusiones, con ganas de ser mejores personas.
Lo dije hace un par de semanas, esta cuarentena no puede resultar una inútil sala de espera en la que nos desesperamos para que nos llegue el turno.
Es cierto que hay personas a las que, muy posiblemente, las cuatro paredes les estén generando ansiedad o aplastando el ánimo y, si es así, es necesario que busquen ayuda profesional; pero el resto, la mayoría, no debemos malgastar los días y las noches quejándonos, maldiciendo al coronavirus o al responsable de su difusión o contención. Es mejor sacar frutos, lo más sabroso posible, para tener de qué alimentarnos y de qué alimentar a los que estén cerca de nosotros, una vez la situación esté bajo control.
"EL RUIDO HA SIDO SIEMPRE UN NOTABLE DISTRACTOR QUE IMPIDE PENSAR Y QUE NOS MANTIENE EN LA SUPERFICIE DE LA EXISTENCIA".