Zanahorias, huevos o café
En cierta ocasión escuché la historia de una hija que se quejaba con su padre acerca de su vida. Creía que se daría por vencida, porque parecía que cuando solucionaba un problema, otro surgía inmediatamente. Su padre, un chef, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua. Luego colocó en una de ellas zanahorias, en otra, huevos y en la última, granos de café. Finalmente, las puso a hervir. Todo esto sin decir una palabra, mientras su hija le ofrecía generosamente varios gestos de desconcierto.
Después de unos minutos apagó el fuego. Como era de esperarse, las zanahorias, antes duras, ahora estaban blandas, el frágil huevo de centro líquido se había endurecido y los granos de café habíantransformado el color del agua, otorgándole, además, un exquisito aroma.
“¿Cuál eres tú?”, le preguntó el padre a su hija. “Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte, pero que cuando la desdicha y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fuerza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón flexible, pero después de una pérdida, un despido o una tribulación te has vuelto dura y rígida, con un espíritu áspero y amargado? ¿O eres como el grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren”.
Sabia reflexión. Nosotros no podemos cambiar las circunstancias, pero sí nuestra actitud hacia ellas. Es nuestra la decisión de dejar que los problemas nos quiebren, nos petrifiquen o nos hagan más fuertes. Santiago enseñaba que las dificultades tienen un lado positivo si lo sabemos apreciar. Ellas nos impulsan a sacar lo mejor de nosotros y a crecer en madurez (1:2-4).
Y tú, ¿cuál de los tres eres?