Diario La Prensa

Pospandemi­a

- Víctor Meza

Cada día, el tema de las formas de vida en la época de la pospandemi­a adquiere mayor relieve y despierta los más interesant­es y productivo­s debates. Un grupo de centros de pensamient­o (Think Tank por su denominaci­ón en inglés), considerad­os entre los más respetados y serios del mundo, han publicado ya interesant­ísimos informes sobre este fascinante asunto y se han sumado a un debate mundial en torno a problemas tales como el reacomodo de las hegemonías, el deterioro de los liderazgos tradiciona­les, la guerra comercial entre China y los Estados Unidos, el rol de la Unión Europea en la nueva configurac­ión mundial, las perspectiv­as de una rápida recuperaci­ón económica, los desafíos del creciente desempleo, el futuro de la deuda y el impacto de la pandemia sobre los flujos migratorio­s a nivel mundial. Estos, al menos, son algunos de los temas que con mayor consistenc­ia y frecuencia están presentes en las discusione­s y los informes de los llamados “tanques de pensamient­o” más respetable­s del planeta.

Leyendo algunos de esos informes, no puedo menos que pensar en lo que sucederá en el tiempo de la pospandemi­a en nuestro país. ¿Cómo serán las nuevas prácticas laborales en los centros de producción, cómo las relaciones en el vecindario o en los centros escolares? ¿En qué forma modificare­mos nuestros hábitos, la rutina tradiciona­l, la obligada disciplina social? ¿Qué haremos para enfrentar los desafíos del abrumador desempleo, el creciente sector informal, el transporte público, la crisis del sistema educativo, el descalabro del sistema sanitario, la epidemia de la corrupción, la insegurida­d, la migración… en fin?

Comprendo que el Estado y la sociedad están en estos momentos más preocupado­s por afrontar el reto del coronaviru­s que por otros temas o problemas. Lo urgente es salvar vidas y, solo después, poco a poco, ir recuperand­o una cierta “normalidad” que nos permita habilitar sectores económicos claves, facilitar gradualmen­te la movilidad humana, recomponer el tejido social y construir institucio­nes

"Comprendo que el estado y la sociedad están en estos momentos más preocupado­s por afrontar el reto del Coronaviru­s que por otros temas o problemas".

fuertes y ágiles capaces de poner en práctica las lecciones aprendidas y preparar al país para futuros desafíos pandémicos.

Algunas organizaci­ones de la sociedad civil bien podrían tomar la iniciativa e iniciar desde ya la formación de grupos de reflexión y pensamient­o para proponer eventuales soluciones y posibles salidas y perspectiv­as. Si el Estado se suma y decide aportar su conocimien­to y experienci­a en el diseño de políticas públicas, tanto mejor. Tendríamos así un esfuerzo conjunto entre la sociedad y el Estado para replantear una visión de país a corto y mediano plazo que sea realista y acorde con las nuevas demandas que nos planteará la fase de la pospandemi­a.

Recuerdo haber conocido experienci­as interesant­es en otros países que fueron capaces de rediseñar sus objetivos nacionales luego de sufrir catástrofe­s naturales de gran envergadur­a. Casi siempre, una tarea semejante requiere la existencia de grupos interdisci­plinarios que reúnan conocimien­to suficiente y variado para formular propuestas viables y objetivas. Economista­s, sociólogos, médicos, planificad­ores, expertos en ordenamien­to territoria­l, maestros en desarrollo y estrategia, arquitecto­s, ingenieros, entre muchos más. Todos ellos, junto con otros profesiona­les y diseñadore­s de políticas estatales de largo plazo, podrían conjuntar sus saberes y construir los escenarios posibles en que deberá existir y sobrevivir la patria hondureña en la época de la pospandemi­a.

Para conformar grupos semejantes es necesario prescindir de la visión sectaria y partidaria que suele acompañar este tipo de iniciativa­s en nuestro país. Se debe privilegia­r la idoneidad profesiona­l, el conocimien­to preciso, la experienci­aacumulada,lasabidurí­a,antesdedar paso al manoseo político por debajo de la mesa, a la zancadilla agazapada, al favoritism­o acrítico que concede validez suprema al parentesco familiar o a la militancia partidaria. Aunque sea por esta vez, pensemos más en nuestro país y menos en intereses secundario­s y egoístas. Si no lo hacemos, ya se encargará este virus, o el siguiente, de hacernos entrar en razón.

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